El final de año
La ciudad de Guadalajara va perdiendo paso a paso su ingenuidad de rancho grande; en su lugar se está desarrollando el cinismo, una actitud de pérdida de rumbo impactante, todo ello gracias a quienes la definen con mayor precisión. Uno podría creer que las personas pueden cambiar el sentido de muchas cosas pero eso no es cierto y estamos conscientes de ello: son fatores definidos pero complejos de determinar los que transforman las ciudades y las hacen más habitables o las convierten en espacios insulsos, grises e impersonales.
Recientes datos (que no surgen de la crítica solamente, sino de la rivalidad partidista sobre todo) nos dejan ver cómo el presidente municipal de Guadalajara no sólo no sabe cómo gobernar, sino que está tomando decisiones que transformarán a la ciudad para siempre sin que pase nada. Por ejemplo, tuvo que renunciar el director de obras públicas de la ciudad por razones ajenas a su verdadera causa: sus actos de corrupción se convierten en "motivos de salud" o "aspiraciones que impiden su permanencia al frente de". Son hechos evidentes para cualquier lector atento de su contexto. Lo mismo con la directora de cultura: actos de falta de gobierno y de carencia de rumbo. Y parece que hay más: el regidor Caro Cabrera está tomanado las cosas en serio y está dispuesto a denunciar toda la ausencia de gobernabilidad que hay con Petersen al frente.
Prometió sacar más trapitos al sol a la administración panista y parece que lo cumple. Esperemos que no se convierta en un asunto grave, la ciudad no lo merece con esos gobernantes panistas.
Y esto viene un poco vinculado con la Villa Panamericana: es absurdo el tráfico de influencias de quienes manejan el tema como si fuera propio y no de una sociedad. P+P trabajan con la certeza de que el futuro les sonreirá. Yo estoy seguro que los tratará de la
misma manera que los autores de la Plaza Tapatía. Y al destructor de la Escuela de Música a la que sólo podemos ver por medio de fotos.
Y entonces viene la pregunta que uno quisiera poder aclarar. ¿Qué hacer con una ciudad que pierde su identidad de manera tan vulgar, con una ciudad que se esfuerza por demostrar una vocación de mediocridad apabullante? Tal vez nada, o muy poco se puede hacer. Sólo queda observar y hacer lo que nos corresponde con toda certeza.
Koolhaas y la ciudad
El arquitecto holandés Rem Koolhaas he tenido una actividad teórica importante, no tanta como su obra y proyectos. Me ha dado una grata impresión leer su trabajo sobre la ciudad y su crítica a la ciudad moderna en contraparte a la ciudad antigua, a los centros históricos. Es significativo ver la posición de Koolhaas en un ambiente urbano lleno de desesperanzas en cuanto ya no a la conservación de la tradición y la cultura urbanas, sino sobre todo a la sustentabilidad como principio a partir de ahora, indispensable y relevante en la discusión sobre la ciudad y su futuro en un mundo encaminado a una crisis global. La obra se titula La ciudad genérica, originalmente publicada en Domus, en 1997, y ahora por la editorial tradicionalmente arquitectónica, Gustavo Gili de Barcelona, colección Mínima, Barcelona 2006. Mucha falta hace que se cumpla con la mínima responsabilidad de entender el sentido de las ciudades, de analizarlas y comprender su esencialidad; les hace falta sobre todo a quienes aún no han acabado de entender siquiera a su rancho grande.
Al final el fin
Como cada año, estos días se ponen demasiado pesados; algunos están tristes, otros externan sus ansiedades con enojos, caras largas o con depresiones; otros se deprimen porque el dinero no alcanza para nada y la reducción del consumo es alta; otros sólo andan en el acelere de las compras y regalos. ¿Por qué entonces nos meten en la mente eso de feliz navidad? Eso de que estos días son de paz y amistad es un invento raro: si al menos fueran ciertos podríamos compartir la idea; pero sucede que sólo falta ir a cualquier lado para ver cómo la gente anda de prisa de aquí para allá con caras no siempre alegres.
Y luego, encima de todo las desveladas, las crudas, y para los que no les gusta el frío, él mismo en pleno. Luego la cursilería que aborda cada espacio, musical, visual... y hasta olfativo, ¡caray! Con ese ambiente ¿quién no se siente incómodo? Sé que muchos no comparten la visión, pero sin duda no pasarán todo como entre algodoncitos. A todos, de cualquier forma, les deseo que tengan excelentes días y que sobrevivan como se debe.
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