Torpezas en Santa Mónica, Guadalajara

 Hace ya algunos años, la aplicación de las Leyes y reglamentos de protección al patrimonio histórico urbano arquitectónico de Jalisco han pasado a formar parte del panteón de los olvidados. Esa, al menos, parece ser la impresión que cualquiera con un poco de información o preocupación social puede pensar de todo el desastre que la administración del panista Emilio González heredó al estado de Jalisco. Y no parece -por lo que se ve-, que las cosas vayan a cambiar mucho ahora, de todos modos.

Cualquiera que sea la situación actual, debo decir que en lo que a patrimonio cultural se refiere (cualquiera que sea el tipo del que se trate), el interés que por éste pueda quedar en un país sojuzgado por el crimen organizado y el azote del desempleo y la baja calidad de la educación y, en general, la inequidad social persistente en uno de los peores momentos de la historia, el tema cultural y del patrimonio resulta ser desdeñado o considerado irrelevante,sobre todo para los políticos y la camarilla que domina las decisiones nacionales y estatales. Si a todo eso le sumamos a funcionarios que se someten o los que venden favores, los vende proyectos o aquellos que actúan como virreyes, a los promotores y sedicentes cuidadores del patrimonio, el cuadro de la desolación es perfecto. Perfecto para cometer tropelías de todo tipo.

Bajo el vano se observa parte de la fachada oculta por el contramuro.
En 2010 y 2011 se llevó a cabo una primera etapa de intervención del templo de Santa Mónica en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Las acciones fueron emprendidas con presupuestos mixtos entre el gobierno del Estado a través de la Secretaría de Cultura, de la asociación civil Adopta una Obra de Arte, y el gobierno federal a través de Conaculta, proyecto que, como es normal, obtuvo licencia del INAH Jalisco. Se trataba de sanear algunos aspectos del inmueble patrimonial que se encontraban rezagados, como suele pasar, respecto al mantenimiento y cuidado de los monumentos que forman parte de un legado cultural valioso. Limpieza y protección de azoteas, limpieza de la piedra dañada, sustitución de algunas partes deformadas o dañadas irreversiblemente por el tiempo, mantenimiento a la torre, protecciones diversas y el trabajo de restauración de piezas decorativas dañadas por la intemperie debida a su larga edad, de una de las iglesias más antiguas conservadas en la ciudad. Según los datos de diversos historiadores y estudios recientes, fue una idea del arzobispo Galindo a fines del siglo XVII, la creación del convento de agustinas recoletas de Santa Mónica en 1700, que debido a su muerte imprevista no pudo realizar. Fue hasta el periodo del obispo Mimbela cuando logró concluirse el proyecto de fundar la iglesia y convento de Santa Mónica (hacia 1730).

Partes de la fachada entes de la liberación de los contramuros
Durante los trabajos serios llevados a cabo en esa primera etapa, se repusieron algunas piezas del muy deteriorado nicho y peana de la escultura de San Cristóbal, cuyo estado de conservación era lamentable. Además se efectuaron trabajos de conservación, restauración y limpieza en otras zonas de la fachada con serios problemas de disgregación de la piedra. En ese lento y meticuloso proceso, la restauradora Carla Jáuregui, logró identificar algunas zonas que acusaban una etapa constructiva posterior a la primera etapa del templo: entre los contrafuertes de la fachada habían sido construidos unos contramuros que, se pudo poner en evidencia gracias a trabajos de sondeos y calas profesionalmente bien practicadas, habían cubierto unas partes de la fachada que en algún momento de la historia del inmueble dejaron de ser visibles al público. No se logró definir la o las razones de tal decisión tomada entre el momento de su construcción y algún otro de la primera mitad siglo XIX. Sin duda, se trató de un gran hallazgo en uno de los templos más relevantes del barroco novohispano. A tal efecto se dejaron abiertas algunas partes de las calas realizadas, mostrando lo que en algún momento futuro (con un buen proyecto y recursos suficientes), podría acometerse con un proyecto serio y ambicioso de liberación de las partes ocultas, si así convenía, equivalente a la dignidad y valor del notable inmueble.

No deja de ser hilarante que cuando se trata de asociaciones con pretensiones, pero escasa sustancia como es el caso de Adopta una Obra de Arte, el influyentismo juega un papel central en la premura o en la toma de decisiones, por lo regular a la ligera, como sus propios títulos auto impuestos. De esa manera se hacen prevalecer sobre la lógica misma decisiones espectaculares y de plano frívolas, que pasan de largo a toda ley o reglamento que en ese momento se convierten, para los transgresores, en asuntos molestos o engorrosos y, gracias a la influencia, prescindibles.

Sin embargo, con desconocimiento y sorpresa de muchos, en 2012 se elaboró un "proyecto" que pretendía continuar aquel viejo proceso de liberación de los contramuros añadidos a la fachada entre los contrafuertes, sugerido apenas por la restauradora Jáuregui. Por supuesto que tratándose de un inmueble federal la obtención de la licencia para esta nueva etapa debía obtenerse de igual forma que la anterior, pero no fue el caso. Se encargó a alguien el proyecto y la ejecución se dejó en manos de una constructora de la Ciudad de México sin experiencia en el tema y ninguna idea de lo que hacían; la oficina dependiente de Conaculta, llamada Dirección Nacional de Obras en Sitios y Monumentos dirigida por el arquitecto Raúl Delgado Lamas, gestionó los recursos, celebró un concurso (o no lo hizo, eso no sabemos), y asignó la obra; gracias a las prisas de fin de sexenio (no sabemos si compromisos del hoy ex presidente), llevó el proyecto a toda prisa a la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH, actualmente medio acéfala y a cargo de un arquitecto de apellido Balandrano, quien sin reparo emitió una licencia de un sitio que palmariamente desconoce él o su equipo. ¿Qué autorizaron? Al parecer eso no lo supieron desde los escritorios remotos en la calle de Correo Mayor pues lo que se autorizó allá consiste en la consolidación de los entre ejes de la nave del templo de Santa Mónica por medio de unos tirantes anclados en los contrafuertes de mampostería que cruzan la nave del templo en puntos inadecuados. ¿Para qué los tirantes, qué tienen que ver con la liberación? En principio no tienen nada que ver, pero cuando se desconoce cómo funcionan los edificios antiguos o de plano se pasa por alto la investigación histórica y de diversas fuentes en forma exhaustiva, se suelen cometer tropelías de gran calado como la que ahora relato.

En la medida que no se hizo un trabajo de investigación serio, ni siquiera mediano, como el que exigen las normas de este tipo de proyectos, se cae en decisiones muchas veces contraproducentes. Supone el proyecto aprobado por la CNMH, que los tirantes sirven para consolidar los muros longitudinales del templo porque "creen" que los contramuros colocados evidentemente en fecha posterior a la construcción del templo y que "obligaron" a cubrir los elaborados trabajos decorativos en piedra de las fachadas canceladas, pueden estar en riesgo de ceder ante el empuje de las bóvedas, acción que también suponen sin ninguna evidencia científica: ningún sondeo o levantamiento de un sistema fisurativo acompañó al proyecto, por lo menos el que fue llevado al Centro INAH Jalisco luego de que el ayuntamiento de Guadalajara solicitara el visto bueno o el trámite local con la dependencia federal. El proyecto presentado estaba repleto de fallas, carente de planos por lo menos bien elaborados técnicamente, sin un análisis histórico del inmueble y mucho menos presentaba un estudio estructural que daría origen, como cualquiera sabe, a una determinación técnica específica, como la determinación de colocar tensores como los que desde el siglo XIX se colocan en muchos edificios con el objeto de consolidarlos.

El resultado que lamentamos no es el hecho mismo de la liberación de los contramuros, su retiro, sino que dicha operación se acompañó de decisiones que si bien son reversibles, los daños que implican van más allá de lo deseable por razones que pudieron evitarse; la liberación por su parte implica también efecto nocivos a la materia constructiva de las fachadas liberadas: el efecto del cambio de condiciones de estabilidad de los materiales (antes ocultos y protegidos de la intemperie), que provocará por seguro daños, éstos sí irreversibles, para las nuevas fachadas y que no pueden siquiera precisarse sus efectos.

Nuevamente estamos ante la arbitrariedad como principio; ante la prepotencia como norma; ante la ejecución de obras sin seguir los cauces ya no sólo legales, sino los normativos y los que atienden a la mejor conservación del patrimonio cultural edificado. Los resultados son estos; los efectos no los sabemos por ahora, pero hay una larga experiencia en la materia a nivel mundial que indica que los cambios en el equilibrio de materiales pétreos son muy dañinos y en caso de tener que hacerse debe ser paulatina la modificación de sus condiciones térmicas, de humedad, de aereación y de asoleamiento. El patrimonio no es una moda o un espectáculo, es un valor precioso cuyo cuidado no puede hacerse a la ligera, como se hicieron estas torpezas en el templo de Santa Mónica, en Guadalajara, México.
Una de las fachadas liberadas

Las placas de acero en contrafuertes y en amarillo los contramuros liberados.

Comentarios

Xavier Iturbide ha dicho que…
Cuauhtémoc, me permito felicitarte primero, por atender asuntos de este tipo en tu blog. Me parece adecuado poner en contexto este tipo de situaciones, como la que comentas en el artículo. Sin embargo creo que tu juicio es demasiado severo respecto al supuesto descuido en las investigaciones, y el término "torpeza", ignorantemente aplicado. Según sé, al menos dos ingenieros calculistas certificados y de renombre en Guadalajara participaron en la decisión para poder remover los segmentos de la fachada que servían como refuerzo.
Respecto a tu preocupación -genuina por cierto- de que los materiales expuestos ala intemperie de hoy en día corren riesgo, es necesario saber que antes la mayoría de los edficios contaban con aplanados, que los protegían del clima. Sería necesario, si quieremos restaurar de manera fidedigna los inmuebles, volver a aplicarles el terminado original aunque vaya en contra de los conceptos estéticos de hoy en día.
Para lograr la restuaración completa en todos sus aspectos, muchos millones de pesos más son necesarios, a pesar de que siendo realistas, a la sociedad poco le interesa la conservación del templo, por lo que los fondos ya conseguidos han sido remando contra la marea.
Como nota última, no hay que olvidar que si no hubiera sido por la organización de Adopte una Obra de Arte, el templo seguiría como antes de su restauración. Y las fachadas en perfecto estado, pero tapadas de la vista del público. Su accionar no es perfecto, concedido, pero es desinteresado y hay que darle mérito también.
Cuauhtémoc de Regil ha dicho que…
Xavier, gracias por tu comentario que se agradece por supuesto.
Quizás mi juicio sea severo, pero no demasiado. Es evidente que no se hicieron las investigaciones pertinentes previas a una intervención de estas dimensiones: conozco el "expediente" (comillas porque es tan escueto que no merecería el nombre), y por esa razón es que sé que no dice nada respecto a la razón técnica que les hizo optar por retirar unos contramuros que, ni remotamente, fueron una solución estructural para el edificio. Mucho menos justifica la colocación de tensores de acero dañando visualmente el interior del espacio del templo.
Totalmente de acuerdo contigo sobre los aplanados, o mejor, los enlucidos, generalmente aplicados para proteger y dar un acabado estético a la piedra; hoy en día es una batalla contra la opinión pública recuperar esa imagen perdida en casi todos los monumentos desde el siglo XVI a principios del XX.
No resto importancia a Adopte una Obra de Arte y los esfuerzos por hacer un trabajo de obtención de recursos para conservar el patrimonio, el problema sigue siendo que parece actuar al margen de muchas normas técnicas e ir más allá de su trabajo, por cierto bien definido, de gestión y patrocinio.

Entradas populares de este blog

Retrato de Finnegan

30 años de la Plaza tapatía

¿Virote o birote?