Greenpeace y Sepúlveda
En su pequeña novela Mundo del fin del mundo , Luis Sepúlveda habla de toda esa tristeza que a muchos nos llena cuando vemos la manera en la que nuestro entorno (nuestro mundo) se destroza, se desmantela y convierte en un negocio, en una forma de satisfacerse a sí mismo del capital voraz, del bussiness a toda (y sin) madre y del insaciable apetito humano por destruir. (No dejó de parecerme interesante comparar, guardada toda proporción, con mi vecino poniente que quiere comprar el terreno donde está un árbol, un guamúchil enorme, viejo y hermoso, que le llena de hojas su azotea; lo quiere comprar parapoder derribar el árbol porque le crea mucha humedad. ¿Sabría construir quien le hizo el lugar, sabría integrarse al terreno en donde está? Sin duda, no.) La novela corta es una evocación del gran misterio de una de las zonas menos habitadas y menos conocidas del mundo, al final del contiente americano: la Patagonia y la Antártida; el Cabo de Hornos, el Golfo de Penas o Peñas... los mismo...