Venezuela, tan femenina, tan húmeda. Como Cuba, que es mi segunda patria, Venezuela tiene algo especial a lo que no puede uno sustraerse por su encanto: su paisaje geográfico es tan variado como sus mujeres. Mujeres hermosas, sí, pero también sensibles y cálidas en el sentido más amplio del término; no suelen ser dobles y, por añadidura, tienen ese acento del idioma (un caribeño de altura) que embruja, lo mete a uno en un jaleo y por fin no queda más remedio que sucumbir ante su pronunciación de frases finales como " ¡pana, qué chévere! " No se puede saber nunca lo que nos espera en cada rincón venezolano, sobre todo porque nada está preparado en el sentido de lo artificial. Ahí las cosas fluyen... sólo eso, fluyen. Y si fluir tiene algo de líquido, mejor estar siempre atentos. El calor no es sólo climático por su ecuatorial cercanía, sino que además posee un ritmo entre calipso y merengue, entre salsa y danzón. Así que como resulta complejo describir una tierra tan meridio...