Ciudad cursi por excelencia

Hay un espíritu muy extraño en el ambiente de Guadalajara. Es un espíritu que quizás no compartan sus ciudadanos en general, pero en una ciudad cuyo gobierno está generalmente compuesto por personajes menores, sobre todo en los últimos quince años, no hay posibilidades de escapatoria: el espíritu de la cursilería. Y por los días que corren, con festejos navideños y toda una pléyade de sentimientos que mueven nuestra curiosidad y colocan a la ramplonería en primer término, no era para menos que surgieran, justo en diciembre, los monumentos más altos al espíritu de los políticos y gobernantes.

Ahora me entero que Guadalajara es la ¡¡¡Ciudad Navideña de México por Excelencia!!!


Lo anterior es com-ple-ta-men-te explicable. Nada más hay que ver cómo los centros de cultura, los departamentos de lo mismo, las plazas públicas y las galerías municipales han estimulado, por ejemplo, que no se pierdan las pastorelas, que la tradición navideña mexicana prolifere por doquier. Los grupos vecinales o artísticos que durante todo el mes decembrino proliferan presentando pastorelas son apoyados por el erario o al menos por unos espacios públicos que no se dejan a disposición de cocacolas, televisas o de radio programas banderos... Y eso sí, para nada se ha dejado entrar a toda la mercancía china "navideña" (debe usted saber, querido lector imaginario, que en China la navidad no se celebra, pero sí se ganan divisas) que no está desbancando a la nacional: el barro o el plomo en figuritas de nacimientos; las esferas tejidas de paja; los faroles de papel; las casitas de madera; las guirnaldas tejidas de papel o de mimbre. Sí, sí, la tradición navideña en esta ciudad es de excelencia, no cabe duda.

La Navidad es todo un espectáculo en Guadalajara. Por eso es la ciudad navideña de México por excelencia, nada más que hasta ahora casi nadie se ha enterado. Y no ha ocurrido porque por lo regular los ciudadanos no saben leer los enormes letreros que aparecen encima del egregio esperpento de edificio de Ignacio Díaz Morales frente a la Plaza de Armas de esta honorable ciudad. Quizás los únicos que pueden darse por enterados sean los paseantes de la Plaza de la Liberación que visitan en maxi nacimiento a escala natural que se exhibe ahí para regocijo de algunos que, como yo, me muero de la risa de la excelencia navideña de mi apabullada ciudad.

No sé de quién haya sido esa genial idea de bautizar a nuestra ciudad así, pero eso es nuevo. Tan nuevo que pocos se han enterado. ¿Será que se presumen los arreglos navideños de luces de las calles de la ciudad? Parece que sí, porque no veo otra cosa que pueda decirse de excelencia, aunque para México, lo cursi parece ser la excelencia. Pero bueno, es probable que los autores del programita de excelencia no hayan ido a la Ciudad de México o tampoco hayan visitado Monterrey en Navidad. Es realmente poético (dije poético, no patético), ver los estertores mortales de una cultura local otrora fuerte y rica en tradiciones, en brazos de los mercaderes más carentes de imaginación o de cerebro. Pero en fin, Guadalajara siempre fue comercial. Hé ahí su pena.






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