La cultura, como siempre

UNO

Aparece el programa nacional de cultura (las minúsculas son a propósito) de la presidencia calderonista sin novedades, pero sí con muchas ganas de impulsar mercantilmente al patrimonio.
Claro que no se puede comercializar tan bien aquello de las artesanías indígenas o los productos de gran calidad hechos por los indígenas con la sabiduría secular (desde medicinas tradicionales, cultivos, formas de aprovechar la naturaleza, uso de pigmentos y una larga lista de formas culturales de los pueblos indígenas), pero sí se pueden integrar al mercado todos los restos materiales de su pasado: las zonas arqueológicas, los centros y monumentos históricos.
Las zonas arqueológicas, contario a lo que muchos puedan pensar, no se abren así como así. Abrir una zona arqueológica de manera técnica y cientíica, implica un enorme esfuerzo y por ello implica una gran cantidad de recursos académicos, económicos, humanos y materiales. Abrir una zona arqueológica de manera comercial es otra cosa: simplemente se limpia, se reconstruye (que no se restaura, obviamente) y se ponen taquillas para recibir a los turistas. Eso está pasando con
la Isla de Mezcala, en Jalisco, por ejemplo.






Saqueo oficial de restos arqueológicos en el Fuerte de la Isla de Mezcala


Hay algo que no aparece en el programa citado: la conservación y protección del patrimonio. Si bien ambos pudieran obviarse, el problema es que no aparecen como tales entre los ocho "ejes rectores" del programa que son, a saber: patrimonio y diversidad cultural; infraestructura cultural; patrimonio cultural nacional e internacional; estímulos públicos a la creación y mecenazgo; formación e investigación antropológica, histórica, cultural y artística; esparcimiento cultural y lectura; cultura y turismo; industrias culturales.
Sin embargo, llama la atención el hecho de que se de una importancia central al tema de cultura y turismo, uno de los ejes medulares del nada novedoso programa.
El turismo viene siempre después del reconocimiento de una cultura; cuando ésta se reconoce y se protege, cuando se difunde e investiga se está promoviendo y por tanto no puede evitarse el turismo, ya que éste es parte del reconocimiento de una cultura. Por eso Francia, España, Italia son países con una gran tradición turística cultural, pero han cuidado muy bien su cultura contra embates tales como por ejemplo el de la famosa anécdota de los quesos franceses no pasteurizados: Estados Unidos los prohibió y a cambio los franceses dejaron de exportar champagne o importar filmes gringos. Un golpe que tuvo consecuencias que tuvieron que revertirse.
En cambio México, México... México ha llegado a extremos de falta de respeto a sí mismo por no proteger por ejemplo al tequila. Nada más hay que ver la manera en la que se vende a granel la bebida por los propios productores y la forma tan comercial de manejo de la zona agavera, en donde la visión arqueológica prehispánica ha quedado relegada a segundo plano. ¡Claro!, los antepasados indígenas de la zona no importan realmente de no ser como escenarios chistosos o anecdóticos del "paisaje agavero" criollo.
No es posible separar la cultura del turismo, pero no puede pensarse en privilegiarlo para situarlo en una posición por encima de la cultura como lo propone el programa calderonista. Da la impresión, nuevamente, que los cerebros panistas están realmente alejados de la visión cultural más amplia, buscando sólo darle valor a lo nuestro por factores ajenos a la tradición nacional tan sólida e imitada en el pasado por otros países latinoamericanos. Muchos países como Colombia, Venezuela, Guatemala y otros, siguieron el ejemplo de México al crear instituciones semejantes a la que creó Lázaro Cárdenas en 1939, el INAH. Pero esa tradición parece que resulta incómoda para los burócratas del sistema por razones muy simples: son organismos académicos, críticos, independientes y hay que irlos minando o desapareciendo por inanición.
Entonces, ¿dónde está el programa orgánico, integral, profundo de cultura?
No lo sabremos. Eso será cuando se promuevan excursiones masivas a las zonas arqueológicas y cuando se construyan (sin limitaciones técnicas, o sea sin regulaciones, como quieren los dueños de los capitales turísticos), los hoteles y "comodities" que permitan captar recursos para las empresas privadas, nunca para los habitantes o descendientes de los constructores originales.
Estaremos atentos a los futuros desaguisados en la materia. Vienen en serio si no hay crítica, si sólo se atiende a lo que tan tranquilamente llamamos la pasividad nacional, por no ser peleoneros, como un servidor.

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