Creer, o el dominio del cinismo

Desde ahora se perfila la clara finalidad de la conducción de un país hacia puntos de no retorno. El poder político se define en México como una pulsión de hacer todo sin límites, sin orientación y sin sentido. Los casos son múltiples, los ejemplos son ya demasiados y no nos queda sino documentarlos como parte de la bitácora de un país que se desdibuja a sí mismo de un carácter que alguna vez tuvo y que hoy no se ve ni se sospecha de un pasado promisorio.
Alguna vez se le tenía como un país de una gran historia y cultura de gran fortaleza y hoy tal vez muy pocos podrían señalarlo como siquiera relevante en el concierto mundial del futuro. Futuro lo tuvo, pero más de alguno se pudo dar cuenta que esa opoortunidad la perdió hace unos quince años.
Buches
El Congreso del Estado de Jalisco, por ejemplo, señala que no hay culpables en el caso de lo que, desde hace tiempo, se ha convertido en depósitos de miasmas de todo género: la contaminación de los ríos. Caso extremo el río Santiago, verdadero peligro para quienes habitan cerca de él, como ya lo demostró el niño que murió no ahogado, sino al aspirar su contenido.
Se hacen patos los diputados al no definir las responsabilidades que todos conocemos tienen origen en toda la enorme carencia de respeto a la legislación federal que habla de la protección al medio ambiente y quienes tienen responsabilidad penal son los industriales que hasta quieren tomar un buche del río para demostrar que no pasa nada. Claro, no lo harán como prometió el presidente del Consejo de Industriales de Jalisco, no son tontos: prometen lo que no pueden cumplir pero eso sí, pronto seguirán argumentando que ellos nada tienen que ver.
Río abajo
También está la seria situación de la presa de Acedaño, que ahora parece no tener futuro, pero hace ya un par de años, en 2006, se autotrizó, por razones verdaderamente que nadie asume como tales (porque simplemente no las hay), la demolición y desmontaje del Puente de Arcediano, monumento histórico del siglo XIX, para iniciar con ello la construcción (que tal vez nunca se hará), de la presa que contendrá los miasmas que el río Santiago entrega a la Barranca de Huentitán para que de ahí pueda beber Guadalajara. La situación es, simplemente, ¡¡genial!! Y entonces se puede concluir que no es posible que esta horda de políticos o directivos o funcionarios o burócratas golondrinos estén tomando decisiones sobre asuntos que la misma población de a pié advierte no es posible tomar. Tal vez ni siquiera se necesite un doctor, un maestro o profesionsita para ello: las decisiones las toma la gente más ridícula y sin otro sentido que ganar lana, sacar rajada, beneficiarse personalmente más que ningún otro fin. El poder lo tienen los más incapaces y eso, dificilmente puede rebatirse: las muestras están todos los días en la prensa nacional. Los buches del señor industrial muy pronto los vamos a tomar todos, incluido, esperamos ansiosos, el mismo señor y su descendencia si es que no tiene un pozo particular para su casa; el agua pública es para los cerdos, debe pensar el industrioso industrial.
Y la sordera entre ríos
Y añadido a los males, el hecho de la resistencia de los aún moradores de la Zona del Parque Morelos (antes Alameda), sigue presente. Resistencia que no se escucha porque sordos (¿así conducen una bicicleta y al mismo ayuntamiento), son también los personajes de las decisiones... ningún plan B, sólo el plan A para la villa panamericana y ya. O en el Parque Morelos o en el Parque Morelos, eso es tan claro como las deficiencias mentales de los promotores de ese futuro desastre urbano del cual, para cumplir con el ritual nacional, nadie recordará sus viciosos orígenes cuestionados.
Maravilla de arquitecturas discímbolas para la zona se están gestando: no existe ninguna norma, de ahí que nada pueda unirlos más que el sello de la mediocridad conceptual, imitativa y de moda que tienen todos los proyectos vistos en los medios como ganadores del concurso sospechoso que ya el gremio de arquitectos ha puesto en duda. ¿Planes parciales? ¡Habrase visto alguno!
Y lo que resulta más comedido lo es también, la manera en que demuestran las autoridades lo que sienten por los peatones: en Los Arcos se puede uno percatar de cómo los vehículos que son de los tapatíos, pero manejados por los responsables burócratas, se usan para adornar las banquetas.


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