Los arquitectos del INAH y el país

En la más absoluta de las contradicciones, el país parece diluirse lentamente. El panorama resulta por demás ominoso y me dan ganas de sólo responder a mis impulsos más ociosos, es decir, a leer sólo aquello que contenga un resquicio de optimismo o, contrario a lo que pienso, refugiarme en la felizología más nefanda. Ninguna de las dos opciones me sale. Siempre emerge el monstruo de mil cabezas que conecta con la maldita realidad.
La arquitectura, a la que dedico mi vida en forma por demás intensa y que, como he acordado personalmente o con quienes siento algún compromiso, me parece que tampoco escapa de esa realidad odiosa. Ni el urbanismo (menos en todo caso que la otra), ni el arte, ni la poesía, ni el cine, ni nada. Todo está al parecer marcado por los signos de la infortunada realidad no sólo nacional, sino mundial. Nada más véase lo que pasa en Francia con los colegas de los museos y de los monumentos históricos, despreciados por quien es similar a Calderón y su fiel servidor Frédéric Mitterand.
De pronto pareciera que las cosas marchan de manera distinta, como pocas veces lo hemos visto. Así que con esas aproximaciones a la machacona realidad, el asunto es lograr hacer algo, lo que sea, para sobrevivir con decencia.
La vida laboral en el país no pinta distinto. El caso de los electricistas de LyF es realmente serio y sin visos de mejorar. Son ellos quienes han sido sacrificados en forma emblemática por todos los trabajadores de esta sociedad; ellos son parte importante, y creo que muy pocos dejan de estar, en la masa de habitantes de México que vivimos del trabajo y a quienes nos miran como malhechores los verdaderos malhechores, los impunes del país. Ningún discurso ni debate puede dejar de lado toda esta situación que ahora sí se convierte en un tema ineludible: la crisis nacional, el desmontaje del país, el estado fallido...
Ojalá los cálculos no nos fallen, pero ante esta situación inédita para mí en este mundo que he vivido, el futuro no pinta ni siquiera igual de malo. La Constitución, las leyes que de ella han nacido, el estado de derecho, las obligaciones de los ciudadanos, todo, parece estar contaminado de una exasperada existencia que se empeña en deshacer lo que se ha hecho.
No se me puede ocurrir nada más que identificar ese hecho con la presencia de la derecha en el poder. Sin duda, su desempeño ha sido no sólo torpe y dramático, sino además hueco e inútil. No se puede pensar en que sea esa visión del mundo la que defina los destinos de nadie por el simple hecho de que en todas partes donde ha actuado el retroceso ha sido su sello personal. Me gustaría conocer un solo ejemplo en el que su desempeño haya sido distinto.

Un acto de honor.
Es claro que a quienes tenemos la práctica del trabajo y la actividad profesional nos parece desastroso lo ocurrido con las instituciones; en este caso, las de cultura y de educación. Es evidente que conocemos mejor las formas de trabajar que quienes se supone dirigen (es un decir) cualquiera de las instituciones nacionales avocadas a ello. El reciente 9° Congreso Nacional de arquitectos del INAH dejó muy claro que sabemos nuestro quehacer y que podemos no sólo levantarlo, sino además mejorarlo y ponerlo a la altura de un país decente que nos están regateando quienes creen que conocen y saben por simple ignorancia de su propia condición.
Se demuestra, con todo ello, que a pesar que existen serias muestras de debilidad y de disfunción ante la compleja realidad que vivimos, quienes trabajamos en una institución tan emblemática de México, respetada por décadas, el trabajo va por el camino correcto en tanto que tenemos un diagnóstico de la actividad con todos sus aciertos y sus fallos. El gran problema es que se está desmantelando la dignidad, el prestigio y la significancia de un país que no estaba en los niveles más altos de corrupción, de violencia y de descrédito mundiales hasta antes de que llegara la derecha al lugar en el que hoy está. De ello estamos claros y tenemos esperanza en un mejor futuro para nuestra tarea.
La presencia de los diversos actores laborales en ese congreso, los electricistas del SME, los investigadores, los técnicos, manuales y administrativos y los arquitectos de monumentos históricos, dieron certeza a una reunión cumplió cabalmente su cometido.
No tengo ninguna duda en confirmar que por lo visto y vivido, se dio cuenta clara de que estamos en un proceso de lucha que, bajo los nubarrones actuales se apresta a trabajar.


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