En el plano orgulloso


Una perla más
Es altamente notoria la inmensa perversión que recorre México en este milenio que inicia. Perversión, se dice, por la forma de causar daño intencionadamente; algo que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas, dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. ¿No es así en tanto uno lee declaraciones irresponsables de personajes que tienen en sus manos las decisiones o, al menos, pretenden tenerlas?
"Nuestra identidad no es el narcotráfico" -dice la esposa del Presidente. Pues bueno, al parecer el tema de la inseguridad y el desmantelamiento del país y sus instituciones no son, precisamente, algo que pueda contribuir a imaginar que nuestra identidad no es ésa que repudia la señora Zavala.
Y ante eso, me pregunto si no es verdad que el sueño de muchos adolescentes es hoy en día poder poseer una Hummer, vestir con marcas de ropa que gritan "¡adoro el narco!", tener como gesto principal la prepotencia, el desprecio y la idea de que se es algo grande en la escala social (aunque sea sólo una idea), en que todos los otros están por debajo de uno; es evidente que todas esas ideas componen hoy en día el inconsciente cotidiano de muchos que han sido influenciados por la parafernalia del narco: la exhibición del poder, de la influencia, de la impunidad. Esa impunidad en la que se maneja la señora cuyos parientes (que dice desconocer) son dueños prófugos de la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, incendiada por negligencia de propietarios y de sus ligas con el poder: o sea, impunes como los narcos y sus aliados.

Orgullo de ser mexicano
Y es entonces cuando me pregunto si en verdad es posible, más aún en los días que corren, apelar a esa frase tan sobada por el gobierno (es un decir) federal del "ser orgullosamente mexicano". En la radio los promocionales nos preguntan ¿y tu de qué te sientes orgulloso de ser mexicano? Yo no tengo respuesta clara: me enorgullecería que el patrimonio de la antigüedad nacional indígena fuera conservado y protegido y sin embargo sólo se usa para la industria turística (turismera, diría un querido maestro), se desprecia a sus herederos directos, los indígenas contemporáneos; me enorgullecería ser mexicano si se conservaran los bosques y las playas en un equilibrio manejado por el interés nacional y no por el interés transnacional y las grandes oligarquías locales y mundiales. ¿Orgulloso de ser mexicano...?, bueno, hoy en día no es fácil serlo ni siquiera cuando se exhibe el pasaporte porque lo ven a uno con gran desconfianza, porque antes era más simpático este país tan folclórico, tan soleado, tan lleno de culturas hoy desmembradas. Desmembradas como lo son las ciudades que están tomadas por la ilegalidad, por la inseguridad y por la ausencia de gobierno: ¡desregularizar, desregularizar! es el grito de los dueños de la nefanda tentación de quererlo todo sin control, sin otro interés que el privado, el particular; ahí están las televisoras para corroborarlo impunemente y sin recato alguno. El patrimonio urbano de Guadalajara, por sólo mencionar un caso, ha sido vapuleado como nunca en la administración pasada de Petersen: cero reglas, cero consultas, cero respeto al patrimonio y mientras tanto, el señor despacha en ¡Salud!
¡Salud!


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