Talibanes de Chichén Itzá



La forma en que se maneja el patrimonio cultural de una nación dice mucho de la organización y de las actitudes de sus habitantes hacia la cultura, la educación y sobre todo, describe cómo los beneficios del patrimonio son distribuidos en todas sus dimensiones en la sociedad y, por supuesto, en la sociedad mundial que hoy es parte inseparable de cada país. Todos somos uno.

Sin embargo, resulta muy claro que algunos países, debido a las condiciones de educación o por efectos de la colonización, el despojo, o por la ausencia de democracia y formas de organización sociales, las dictaduras o el poder de las oligarquías, como en México, el patrimonio cultural es manejado a discreción de esas élites o de empresas cuya responsabilidad única parece ser la ganancia y el negocio personales; eso significa también, convertir en mercancía el patrimonio y con ello desojar a la sociedad de los beneficios que aquel suele dar.

El caso del concierto de Elton John en Chichén Itzá, Yucatán, es uno más de los episodios de la oligarquía que domina a México en el presente. La zona arqueológica de Chichén Itzá es no sólo un testimonio del pasado de una civilización como la maya, sino además, es un campo de lectura de ese pasado. Como tal, cualquier alteración o cualquier irrupción, incluso la de los mismos arqueólogos (y ellos mismos lo reconocen con frecuencia), puede borrar, alterar o desaparecer elementos clave en la comprensión de esa civilización en tanto que son restos materiales irrepetibles, únicos. Su pérdida significa una pérdida para la humanidad; ésta se empobrece al desaparecer un testimonio. Los mexicanos nos empobrecimos en 2001 con la destrucción bárbara que hicieron los talibanes de los Budas de Bamyan, en Afganistán; no sólo los afganos, nosotros también fuimos víctimas de ese absurdo acto.

En ese sentido, el concierto de Elton John, así como el que ya amenaza hacerse en corto de Paul MacArtney, significa un acto de falta de respeto y, encima de todo ello, un acto ilegal. La Ley federal de Monumentos y su Reglamento señalan las formas de manejo de esos bienes culturales y, además, a nivel internacional, se ha establecido la necesidad de preservar los monumentos y zonas de monumentos teniendo siempre en cuenta las características de éstos; su uso no puede ser discrecional, en todo caso deberá ser respetuoso de los usos de los monumentos y nunca para fines distintos a los de su exhibición y conocimiento de éstos a la sociedad en general.


No tengo en lo personal nada que cuestionar a Elton John, ni a MacArtney, pero sin duda sí puedo reprocharles su ausencia de sensibilidad y que, por negocio, se presten a este tipo de actos que sin duda no serían posibles en Inglaterra, por ejemplo en Stonehenge. ¿Veríamos un concierto de Café Tacvba en Stonehenge algún día? No lo creo, pero tampoco del mismo Elton. La única posibilidad de que los Tacvbos tocaran en Stonehenge es que el Reino Unido se convirtiera en un país bananero; por eso John y MacArtney vienen a este país bananero llamado México a hacer sus conciertos.
El problema es que las autoridades del INAH, en contra de los principios básicos de conservación del patrimonio, se ostentan como copatrocinadores de esta manifestación ridícula del manejo torpe del patrimonio de la humanidad, como lo es Chichén Itzá. Los trabajadores de este Instituto que ha tenido prestigio desde su creación, pero que está siendo desprestigiado por sus autoridades, estamos en contra de esta forma tan vulgar, pero sobre todo tan subdesarrollada, de manejar el patrimonio no sólo de la nación, sino del mundo entero.
-----------------------------------------------------------------------
Las imágenes corresponden a la manifestación de los trabajadores del INAH en la zona arqueológica de Chichén Itzá el 12 de marzo pasado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Retrato de Finnegan

30 años de la Plaza tapatía

¿Virote o birote?