Lugares y bebidas

Las ciudades tienen el poder, o no lo tienen de plano, para evocar en sus habitantes el pasado y el presente, el vivir cotidiano, la vida nocturna, la cultura musical, gastronómica... los recuerdos de cada uno, los del grupo social, los del mundo en general.
A Guadalajara parece que eso no le importa mucho. O para decirlo más directamente, no a todos, más bien a muy pocos de sus habitantes. ¿Qué tienen los tapatíos en la mente lúdica, en la mente de la dispersión o, ya entrados en gastos, en la mente de la cultura de la diversión? De cierto no lo sé, decía Tony Fregoso. Yo tampoco, pero lo deduzco.

Hay dos sitios para mi entrañables, o quizás más pero ahora sólo me ocupo de dos, que son la cantina La Fuente y el bar que ha recorrido más sitios y nombres de Guadalajara: el Scratch o el Jazz'ta, de Víctor Pacheco que ha estado en el Sector Reforma, en la para mí entrañable por haber participado en su diseño, calle Coronilla; luego en la de Donato Guerra, y ahora en la calle 8 de Julio.

La Fuente, se dice, fue fundada en 1921, lo cual quiere decir que es sólo dos años más joven que mi mamá. Eso es algo así como 89 años, lo que no la convierte en la más antigua de la ciudad para mi tristeza, porque eso sería realmente una tradición en la ciudad que carece de ella. Las tradiciones más entrañables parecen haberse escondido en algún lugar de la agringada imagen que se ha venido construyendo ella misma, en Los Ángeles, California, como ahora ocurre con la U de G, que pronto será conocida como UGLA, por supuesto más prestigiada que la UCLA. Es un reclamo de pocos en esta ciudad porque hay algo que no acaba de ser parte de la tradición tapatía que es el reconocimiento de toda su historia que no es indigna o por lo menos no como pareciera a los ojos del mundo. Esta cantina tiene, como el Scratch, la tradición tapatía de cambiar de lugar porque nada parece sostenerse y echar raíces en Guadalajara: primero estuvo por la calle Hidalgo, frente a la portada que durante mucho tiempo fue la entrada a la Biblioteca Pública del Estado desde donde supongo se veía la fuente que alguna vez hubo en el patio interior. Luego del blitz (no de bombas sino de la picota del egregio urbanista Díaz Morales), la demolición de la manzana al sur de la que ocupa el Museo Regional de Guadalajara, el negocio tuvo que buscar otro local y lo encontraron no muy lejos, apenas a unos metros de distancia en la calle Pino Suárez, antes de La Alhóndiga, en donde hoy por lo menos, sigue estando. En su interior podemos ver algo de los viejos muebles que la original cantina tuvo, sobre todo la barra y contrabarra, la caja registradora y algunos otros detalles como la bicicleta que ahí se encuentra según la tradición, desde que alguien la abandonó y nunca regresó por ella. La bicicleta al fin, llegó a convertirse en el símbolo de la cantina misma.

La caja registradora, de 1917.

Ahí se puede beber como en toda cantina que se precie en la ciudad, donde se acostumbraba no dar alimentos, sólo bebidas y algunas magras botanas como cacahuates, semillas, charalitos, que gentilmente vende ahí una maravillosa mujer de Huajuapan de León, Oaxaca. Los precios son los más económicos de la ciudad y además se puede asegurar que la selección es de primera en las bebidas y las marcas que ofrece. El ambiente es el más informal y caluroso de la ciudad, lo que la ha hecho aparecer en las guías de turismo como Lonely Planet y muchos otros que la califican como una de las mejores y eso es completamente cierto.

Víctor Pacheco frente al bar.

El Scratch ya no es el Scratch, ahora es el Jazz'ta, el bar, que no cantina, que regentea Víctor Pacheco, amigo de todos y sobre todo un genial disc jockey, de los poquísimos que saben identificar a los parroquianos con sólo verlos para poder envenenarlos con música que les da en sorbos sónicos muy bien dosificados como para evitar que uno no desee siquiera salir de ahí sino hasta que el sol salga, cosa harto frecuente. El Jazz'ta no es una tradición, por supuesto, pero seguramente lo será ser si es que se mantiene como hasta ahora, porque tiene todo lo necesario para poder reunir a los noctámbulos de la forma más agradable para la noches tapatías y se va poblando de anécdotas y actividades que al parecer no son muchas ni frecuentes en la ciudad.


Comentarios

ELPPGG ha dicho que…
Ardo en deseos de comprobar cada una de las maravillas en el etil que describes!
Anónimo ha dicho que…
La fuente es uno de los peores lugares que conozco, la única cantina mamona donde ni la botanaes gratis, aparte de las jetas y actitudes soberbias y groseras de los meseros que se creen divos, mi varo vale en todos lados: prefiero gastarlo donde me atiendan mejor.

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