Viejo testigo urbano


No tengo claro en qué año exactamente fue construido, pero por sus características formales y el sistema constructivo, tal vez se pueda ubicar con precisión a fines de los años 50 del siglo pasado. Se trata de un edificio inconcluso desde entonces, un fantasma urbano de gran presencia en el centro de Guadalajara que parece corroborar el espíritu tapatío: nunca acabada, sin terminar. No me refiero a los Arcos del Milenio. Me refiero, por supuesto, al edificio de la esquina de la avenida Juárez y la calle 8 de Julio, pleno centro urbano.

En su larga historia se dice que no fue concluido porque la especulación con el eje vial norte-sur, que en algún momento se iría a construir, iría a pasar a lo largo de la calle 8 de Julio y Mariano Bárcena, y los edificios en ese lugar se irían a comprar a sus propietarios por el gobierno del estado a precios simbólicos, de risa. Y se dice también, lo cual no es nada extraño en las añejas prácticas nacionales de la impunidad y la tranza, que los altos políticos decidieron adquirir, por centavos, predios a lo largo de la zona que sería afectada ante la amenaza de que serían expropiados y demolidos. No valían nada pues. ¿Cómo se iba a resistir un propietario a que llegara alguien y se lo comprara en un precio bajo, sabiendo que pronto se iría a demoler?
Al parecer esa fue la historia tejida por el colectivo urbano, pero bien planeada por los políticos que pronto cambiaron el trazo original de la calle 8 de Julio, por la que finalmente se llevó a cabo: la calle de Moro y Mezquitán, demolidas en los años 70 para hacer el eje vial hoy llamado Federalismo. Gran negocio inmobiliario.

La obra de ese edificio se interrumpió, abandonándose cuando ya se tenían seis pisos y un pent house, especie de departamento de lujo, con terrazas, en la azotea de los edificios altos muy de moda entonces. Poco después, dado que el avance de la construcción era considerable, se habilitaron los locales de la planta baja y el sótano para bodegas y zapaterías y por años estuvo ahí un café cantante muy concurrido en los años 70, el Mayra, escenario de muchos grupos rockeros de la época y afamado por la afluencia de gringas en tiempos de los cursos de verano que ofrecía la Universidad de Guadalajara.

He traído a colación esta historia porque recientemente, desde el año pasado, se ha venido trabajando en él, primero demoliendo muros de ladrillo de barro y descubriendo las bases de las columnas para reforzarlas. Una obra que permite suponer que será finalmente terminado seguramente bajo otro concepto y otros parámetros de seguridad constructiva que no se tenían entonces. ¿A qué uso se destinará el inmueble? No lo sé, pero es probable que no tenga tampoco muchos de los requerimientos que los inmuebles de su tipo requieren en el centro de la ciudad, entre otras cosas estacionamiento que es escaso en la zona. Lo que sin duda es interesante es que por fin dejará de ser una sombra en el centro de la ciudad, un fantasma herrumbroso y abandonado que de tantos años ya ha adquirido una presencia infaltable para Guadalajara. Lo que es seguro es que en pocos meses veremos el resultado de la aplicación de las políticas urbanas en la ciudad, si es que estas existen.

Es probable que será un espacio recuperado para la ciudad, sin duda necesitada de renovación de sus actividades. Pero el deseo puede ser sólo eso; la posibilidad de que se convierta en una nueva irrupción en la imagen del centro histórico se cumple en pleno siglo XXI atendiendo a la forma de pensar la ciudad en la mitad del siglo XX. La posibilidad de que sea un hotel, ahora que el giro adquiere un nivel de oportunismo tal vez sobre estimado para los Juegos Panamericanos de este año, también cabe, así como la pregunta de si será ese el motivo de la zona en un futuro.

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