Barcelona en traje de noche



Llegar a una ciudad a la que a pesar de haberla visitado antes, aún se desconocen resquicios y ubicaciones laberínticas propias de
quien la vive cotidianamente, no deja de ser frustrante. Pero cuando es posible encontrar todas las delicias que nuestra amiga Arabella nos mostró sin ningún recato ni falso pudor, la experiencia resulta única. Son las pequeñas cosas y la comida con una buena charla el preámbulo para una ciudad. Siempre.

De pronto la realidad había cambiado como sucede cuando uno se transporta a lugares lejanos; de pronto las cosas eran notablemente distintas, claro, pero de inmediato estábamos con amigos, como caídos en blandito, sin problemas. Pero lo más interesante, con perdón de Gaudí, fue sin lugar a dudas, la rica parada gastronómica en La Paradeta. Como se lo he dicho a mi amiga, que suele mostrar fotos de cosas realmente exquisitas en su blog, esos sitios de perdición son terribles, particularmente en Cataluña, tierra donde la comida parece que se reserva, todos los días, como un placer obligado. Una filosofía trascendente: la vida y la felicidad son para vivirlas todos los días... si no, no tiene sentido vivirla.
Barcelona es para vivirla intensamente. Es realmente cosmopolita, amable y como pocas suelen serlo, agradable para transitarla. No estoy seguro que haya muchas ciudades así. Claro, cada una es diferente, cada una tiene algo para cada quien. Pero en el caso de Barcelona, hay algo que va más allá de ese contacto ajeno; más refrescante porque se ve a la gente contenta a pesar de todos los pesares que ahora mismo vive el país, en jauja a comparación de México, y eso que los chinos compraron la deuda española. ¿No estamos en un mundo realmente pavoroso, pero al mismo tiempo alucinante?

Es un buen tiempo de la ciudad... aunque los tiempos modernos no auguran un futuro muy promisorio para el planeta, creo que si alguna ciudad puede salir de los escollos del desastre será sin duda esta. ¿Por qué? Porque tienen sus habitantes un sentido que me parece muy similar al de los cubanos: la solidaridad, aunque esté escondida, existe y se alcanza a notar. Creo sinceramente que la ciudad y el planeta así tienen remedio. Ojalá que haya esperanza y los catalanes nos la hagan ver.

No se puede decir mucho de la ciudad por ahora, pero a pesar de esta breve pasada, sigue siendo para mí una de las más alucinantes del mundo. Y no temo equivocarme en absoluto.


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