Recuento de 2012

El año se acaba de ir con una serie de recuerdos, de memorias bellas y de memorias de lucha, de frustración, de esperanza también. El clima de fin de año, que arrastra la Navidad con todos sus cuadros cursis y demás sensiblerías, es propicio para ponerse dramático, elocuente, enjundioso, pródigo en deseos de bien y felicidad para todos los amigos, conocidos y a quienes amamos y pensamos, estén con nosotros o se hayan ido ya por delante. No deja de ser interesante como ritual cíclico que invita a reflexionar sobre algunos temas, propuestas, deseos, proyectos o realidades que vivimos.

No es esta la excepción.

La política mexicana, más aún, la realidad del país, es cada vez más grave en términos del grado de satisfacción de las necesidades más apremiantes. La pregunta sería: ¿qué queremos realmente hacer de este país llamado México? Creo, con temor a no equivocarme, que la sociedad mexicana de fines del siglo XX y toda esta segunda década del XXI, está moldeada para ser subalterna, para ser sólo expectante, víctima de la realidad que se cocina en otras partes pero que la afecta directamente. La ideología del mexicano ha sido sometida a expectativas lejanas, a fantasmas inexistentes, a realidades improbables. Vivimos nuestra realidad enfrentados al puñetazo de otra realidad que no nos gusta y que difícilmente podemos superar. Son demasiadas las disfunciones como para superarlas en unos años, en décadas quizás: el medio ambiente en proceso acelerado de destrucción, el patrimonio cultural en estado de abandono y pérdida constate e imparable, por hablar de los temas que en lo personal me duelen; y luego la política nacional, el estado mexicano destrozado, y todo lo que deriva de ello: la injusticia, los bajos salarios, la educación perdida cada vez en debates estériles e ineficaces... Un desastre nacional que tardará décadas en recuperarse porque no somos capaces de ver una realidad que nos golpea y la ceguera viene de esa ideología que refería antes.

Parecería suficiente citar esto para declararme el pesimista del año, ¡del siglo!

Justo esto es lo que quienes tenemos esperanzas pensamos sobre nuestra realidad. ¿Qué piensan quienes están en el poder ahora, quienes pueden tomar decisiones e influyen en el rumbo de las cosas? Me temo que sólo piensan en ellos mismos... tal vez dos o menos, no lo hagan.

Pero al menos tenemos razones para seguir dando guerra en estas condiciones o en cualquiera que se interponga. Hay los hijos, los nietos, los niños, los jóvenes... hay el arte y la belleza de la naturaleza aún no destrozada, hay la idea de poder cambiar muchas cosas, escribir otras, conocer más, hay por lo menos una necesidad de buscar y la curiosidad de saber. Espero que esas cosas no me superen, porque en caso que me superaran, sería porque la vida se me haya acabado.


A todos los que han escrito o han hecho comentarios en este blog, a mis amigos y a mi familia, a los conocidos, a todos, les deseo un buen año de lucha y de seguir creciendo en la vida. ¡Abrazo a todos!

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