Pueblos ¿mágicos? o pueblos turísticos...

Con mucha frecuencia en los últimos año se ha venido ampliando la forma de obtener recursos de diversos programas estatales, federales e incluso internacionales por parte de los ayuntamientos, sobre todo la obtención de recursos económicos para sus municipios. Hay una gran cantidad de formas de lograrlos y una de las más socorridas últimamente es aquella por medio de la cual un poblado es "declarado" como pueblo mágico. No voy a abundar sobre el programa llamado Pueblos Mágicos (creado por la Secretaría de Turismo federal), cualquiera puede consultar su contenido eminentemente abocado a la promoción turística en la página oficial (http://www.sectur.gob.mx/wb2/sectur/sect_Pueblos_Magicos), así que me atengo solamente a lo que significa esa realidad y los efectos de rebote que ha tenido este programa a la sombra del desarrollismo en nuestro país.

Desarrollismo. Sí, justo debido a ese concepto que en México significa la afanosa búsqueda de desarrollarse sin un plan definido y sin metas claras, sin una bitácora de lo que se pretende alcanzar y sin un concepto histórico y social con bases sólidas. El desarrollismo es el que ha propiciado, por ejemplo, el abandono de la agricultura en favor de otras metas poco tácticas que a la vuelta de pocos años se revierten y el campo ya para entonces está destrozado. La apuesta por el desarrollo urbano a costa de sacrificar áreas naturales que luego se suman al desastre natural de la propia ciudad; hay muchos casos, muchos ejemplos de acciones que se emprenden y al final acaban revirtiéndose y abandonándose con grandes sacrificios sociales las más de las veces irreparables. En pocas palabras, el proceso del subdesarrollo tal como lo definía el mismo Che Guevara.

Ningún control del abuso al patrimonio urbano

Así pues, los ayuntamientos del país han descubierto una veta interesante que el hecho de ser nombrados "pueblos mágicos" les permite echar mano de recursos económicos "para su desarrollo". De esa manera, visto el relativo éxito de ciertos pueblos obteniendo recursos, hoy todos los pueblos quieren ser mágicos. Pero he aquí el problema: casi todos los pueblos de México se han dedicado con gran ahínco (pensando en el "desarrollo", y el "progreso"), a destrozar su fisonomía propia y auténtica, a permitir en sus oficinas de urbanismo o de obras públicas todo tipo de atropellos, permisivos hasta el absurdo, negligentes con las normas urbanas, omisos en la aplicación de las leyes del patrimonio urbano, gestores de obras suntuarias ociosas y depredadoras. Basta con mirar a Jalisco, por mencionar un estado, en donde en apenas tres décadas aquellos sitios que aún conservaban cierta armonía en su fisonomía urbana,  en ese lapso se han convertido en poblados cuyo deterioro ha alcanzado niveles de irreversibles consecuencias en su fisonomía. Ejemplos muy claros la cabecera municipal de Zapopan, Tepatitlán, Arandas, Ciudad Guzmán, Tuxpan, Bolaños, Ocotlán, La Barca entre muchísimos más, que con afanes desarrollistas convirtieron las otrora armónicas poblaciones en sitios sin personalidad propia y con caóticos ambientes urbanos, unos quizás más que otros. Casi todos los señalados, y muchos más de los 125 municipios del estado, hoy quieren ser pueblos mágicos para obtener recursos económicos a como dé lugar.
Zapotlán el Grande, ha ido perdiendo su calidad urbana lentamente.

Sin embargo, la tarea es muy difícil, porque no cualquiera puede ser nombrado "pueblo mágico" debido a que a lo largo de estos últimos 30 años o más se han afanado en acabar con lo que de nobleza y carácter urbano podrían haber guardado de no ignorar las leyes y reglamentos que desde hace más tiempo existen en el país. Pero como en México todo es posible, aún aquellas ciudades más depredadoras y más dadas a facilitar que todo el mundo haga lo que se le pegue la gana en el lugar de la ciudad que quiera, buscan ahora ser nominadas a tan pretencioso título. Un ejemplo reciente fue Ciudad Guzmán, o sea, Zapotlán el Grande, pueblo que dio hijos notables e ilustres como José Clemente Orozco, Consuelito Velázquez o Juan José Arreola y que hoy sueña, sólo eso, convertirse en lo que ya no puede ser porque se lo quitaron sus propios hijos: un pueblo mágico. Pero no se crea que busca ser pueblo mágico porque haya un fin noble en ello, sino porque hay que buscar de dónde sacar dinero que por lo regular acaba en altos porcentajes en cuentas particulares de políticos poco transparentes.

En Lagos de Moreno, Jalisco, ni el reglamento ha limitado el caos
Estamos ante la absurda situación de que muchas ciudades buscan tener ese membrete al que poco son merecedoras, luego de dedicarse con ahínco al afeamiento de sus ambientes urbanos. Y sin embargo, continúan con la misma práctica que acaba siendo un asunto de orden esquizofrénico. No puedo dejar de cuestionar el programita federal en lo que a su interés "turismero" se refiere. Lo que importa es tener más pueblos sumados al programa (son cerca de 85 pueblos actualmente clasificados como tales), para promover el "turismo" que es para muchos de quienes lo manejan un concepto muy peculiar que consiste en ofrecer baratijas a los turistas (muchas veces con engañosos escenarios), para promover el desarrollo de la hotelería, los servicios y la captación de inversiones; "el auténtico medio ambiente urbano bien puede irse a la mierda, a nosotros lo que nos interesan son los ingresos y las ganancias del turismo, sea como sea."
Maquillaje con cemento, sin licencia, del ayuntamiento de Guadalajara

Así, el programa Pueblos mágicos, si bien nace de un propósito loable, sus efectos han sido más bien desastrosos ante una política nacional de abandono de las funciones reguladoras del estado y, finalmente, subvertida la importancia de la educación y la guía de los fines, los resultados son más que otra cosa, asunto de maquillaje al estilo Hollywood y en función del turismo, no del beneficio social de mejores ambientes urbanos conservados.

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