Cuando el comercio es engaño

 Se ha puesto en práctica por fin, hace unos días, una política de gobierno muy positiva: que los productos no engañen, que declaren los daños que pueden provocar y que los productos que consumimos no sean copias falsas de otros que son muy importantes en la alimentación diaria de los mexicanos. El etiquetado y la suspensión de venta de productos que engañan diciéndose productos de leche, o sea, quesos, que no lo son.

    Sin embargo, los que siempre nos engañaban (y lo hacían a pesar de los daños que provocan), ahora saltan inconformes porque el engaño ha sido puesto en evidencia. 

    Comprar quesos para mí ha sido desde hace décadas un arduo trabajo: implica no sólo escudriñar en la apariencia del producto para poder identificar su calidad (frecuentemente oculta con envases engañosos o tretas mercantiles), sino además tener que ensayar (muchas veces teniendo que comprarlo), alguno de esos productos para comprobar si es o no auténtico producto hecho a base de leche, como todo queso bien nacido debe ser. Años (décadas) tras la identificación de productos que sepan a lo que son (la perversa actitud comercial usa trucos para cambiar el sabor y que "se parezca" a lo que debería ser), y luego atenerse a que el producto mantenga su calidad que, muchas veces, debido a la competencia desleal, suelen cambiar y acaban pervirtiéndose al verse rebasados por una competencia que hace que los usuarios prefieran los engaños y el aparato publicitario, a adquirir lo que su análisis del gusto les indique. 

Comprar quesos en México, particularmente en Guadalajara, es realmente un trabajo arduo y frustrante: por lo regular acabo no comprando, dejando de comprar ciertas marcas o limitando mis compras a sólo los que se han decantado como favoritos por tener calidad (a veces muy buena), o acabar comprando los importados, muy caros pero con garantía de calidad: contienen lo que dicen en la etiqueta. Desde luego que hay los buenos quesos como siempre los ha habido en México, en el Bajío, el los Altos de Jalisco, la buena panela, los quesos de la tiendita, esos de comercio pequeño y aún muy honesto, pero son los menos y están en peligro de sobrevivencia.


Taleggio, queso italiano

El camembert de hongos, alemán.

    Algunos mercachifles, perversos comerciantes de voracidad inmoral, ahora pretenden oponerse a que ello se mantenga como política de gobierno que atinadamente el presidente López Obrador impulsa. A mi me representa como degustador de quesos, me satisface haber votado por ese presidente. Pero algunos no están contentos, como los señores engañadores. Empresarios contra salud de usuarios. La costumbre que tenían (y tienen aún), de engañar para hacer "negocio", aplicando el adagio de "quien no tranza no avanza", la inmoralidad de hacer negocios como se hace en un país sin ley y donde el consumidor es un cerdo que compra sus productos engañosos. Ese es el capitalismo de cuates, el peor de todos si hubiera uno menos malo que otro, y acusan al presidente de llevarnos al socialismo, al comunismo inclusive. Una pérdida total de sentido pero que ahora, en favor de los consumidores, un nuevo gobierno con decencia está tratando de imponer.

    Debería ordenarse que todo producto falso debiera tener un sello obscuro y grande que dijera: Sucedáneo. Sin embargo a nadie parecía importarle la forma inmoral y voraz de ganar dinero en México. Por fin vemos, en muchos ámbitos, un poco de lo que debe corregirse. Y esto es sólo el inicio: ha sido tan bestial el desmantelamiento del país que recomponerlo tomará décadas, o tal vez algunos años, pero los retardatarios de siempre parece que siguen atorando el arribo a un país serio.


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