And the beat goes on

Vieja canción es el título de esta entrada por razones sentimentales: seguimos como podemos en el ajo de intentar descifrar algo de aquello que lleva encerrado el maravilloso santuario proyectado por uno de los arquitectos más cursis de este valle de Atemajac.

Lo de cursi no es gratuito; sólo falta ver, entre una pléyade de proyectos y obras, su plaza comercial de avenida Vallarta y sin ir más allá: el Centro Magno, con cornisas pseudohistóricas prefabricadas y desproporcionadas que le confieren un aire que sólo puede compararse a una casa de narco en grandotote y queriendo ser lo que no es, ni por asomo, pero sí por asombro. Pero eso no es todo, una revisión de su obra ayudará a conocer el sello personal del personaje que juega a ser entre Mauricio Garcés y Frank Llloyd Wright. Muy divertido, sin duda, aspecto que compensa aburrida obra.


El paisaje

El proyecto del Santuario está ubicado en el cerro del Tesoro, al sur de Guadalajara, en donde la ciudad ha crecido a sus alrededores; el cerro, como los que lo rodean, es pequeño pero contiene elementos naturales claramente distinguibles como algunas cañadas que contrastan con lo árido que domina, a excepción de la temporada de lluvias, cuando reverdecen y crecen en ellos pastizales enormes. La fauna es menor en esos sitios, sin embargo es relevante como espacio de transición necesaria entre la ciudad y el paisaje natural. El proyecto crece encima del cerro prácticamente desapareciéndolo, es decir, el cerro se convierte en soporte de la enorme estructura que remata el cerro con el santuario, pero sin ningún respeto por el medio ambiente, es decir, no considera en lo más mínimo el espacio de la naturaleza y asigna gran valor a lo construido, con algunas breves licencias naturales, a manera de jardines incidentales. En un sentido equilibrado del paisaje, el aspecto ecológico o de equilibrio urbano (un principio elemental de diseño de paisaje dice que la integración no supone dominio de un elemento arquitectónico o artificial sobre las líneas generales del paisaje circundante), no se advierte claramente en los elementos del proyecto conocido; incluso conociéndose sus detalles, la envolvente del cerro propuesta domina el paisaje natural de manera innecesaria: el santuario y su contexto aparecen como imposición de un elemento artificial sobre un cerro que es tomado como infraestructura para la grandeza requerida para la presencia del santuario religioso. Si se atiende a la configuración del inmueble, se advierte su imposición al paisaje natural, no una integración. El sentido masivo de la estructura es un bloque construido que apenas reserva algunos espacios verdes a manera de jardínes colgantes (¡como en Babilionia!, by the way), y una tal vez involuntaria relación con el Mausoleo de Augusto en Roma (pagano) con cipreces que se ordenan en filas que dan al borde de los muros un sentido de ascención, pretexto muy fácil para hablar de espiritualidad en los casos de templos. A pesar de las declarciones del autor del poryecto en el sentido de que se busca con el Santuario el equilibrio ecológico, el tema queda realmente en entredicho puesto que no resiste un análisis de impacto ambiental serio o, ya de plano, un análisis del sentido común. (Continuará)


Post Data para llenarnos de orgullo tapatío
Hace algunos años se construyó un espacio público en la calle de Coronilla en donde se dio realce a algunos hitos históricos urbanos muy particulares. El espacio ha sido al parecer exitoso... o lo fue por un tiempo. En la callecita hoy peatonal, en el número 33 está lo que queda de la casa en que vivió María Félix antes de casarse con Álvarez del Castillo, primer matrimonio de muchos. La jovencísima María vivió en ese lugar y en el momento de la obra de arreglos se resaltó el hecho. Pero como la ciudad nuestra está en manos de gente indolente, empezando por sus autoridades municipales, engolosinadas con la Villa Panamericana como única atención a sus desvelos, hace unos días me encontré de nuevo frente a la casa de María y mi sorpresa fue de infarto: retiraron las puertas de madera ¡originales! (seguro alguna vez la tocaron las manitas a las que les cantó Agustín Lara), retiraron las ventanas (cierto que desvencijadas pero salvables) de igual materia para sustituirlas por postizos como lo que venden ahí, de lámina y otros materiales chafas, y dicen vecinos que el interior está transformado más aún de lo que de por sí había sido modificado hace muchos años, pero ahora en el colmo de la ignorancia y en favor de la desregulación y la estupidez de una ciudad que quiere ser lo que no podrá tal vez nunca: atraer por sus aspectos culturales al turismo sensible e ilustrado. Una vergüenza más de la administración "panamericana". No cabe duda que hace falta capacidad, los reglamentos y leyes las hay. Ahora vende ahí un comercio estúpido de uñas artificiales y esas pendejadas de moda, pero además, sumido en la desvergüenza y la ignorancia, no sólo del autor del despropósito, sino de la autoridad que permitió, en flagrante desacato, esta pérdida irreparable.

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