Ni ley ni orden...

Ni para qué preguntarnos por acciones de urbanismo, ni la existencia del orden de cualquier tipo en la ciudad. El único orden que existe, me dice a diario la forma en la que se hace y deshace la ciudad de Guadalajara, es el orden de la voluntad de los administradores de la ciudad, la animosidad de los funcionarios y, sobre todas las cosas, los empresarios y los tiburones de la ciudad.

¿Por qué digo esto? Porque no alcanzo a decubrir la existencia de las leyes y los reglamentos de la ciudad, del estado de Jalisco o del país conlas siguientes acciones: macrolimosnas anticonstitucionales, intentos de privatizar el petróleo sin ningún rubor o peor, intentos de engañar con el garlito de "no se privatiza Pemex" cuando se está violando el Artículo 27° de la Consti; chantajes de la derecha que nunca ha exhibido moral, ni ideas, diciendo que con la toma del Congreso se está violentando cuando la violencia se advierte en la violación constitucional; declaraciones (e inacciones) sobre la grave contaminación del Río Santiago que no resuelven nada; desarticulación de la educación pública; violación de los Planes Parciales de desarrollo urbano de Guadalajara para construir, por ejemplo, la villa panamericana; ¿no es todo eso normado, previsto, ordenado por la Constitución Mexicana, la de Jalisco, las leyes ambientales, de inversiones, de fiscalización, de educación, de instituciones religiosas, o los reglamentos de todo lo que forma parte de la vida social, económica o política de México? Me lo pregunto porque es probable que yo no la haya entendido o que suceda lo que ya sabemos: en este país todo es posible porque las leyes son para aplicarse a los jodidos, a los pobres, a los tontos, o sea auna gran mayoría de ciudadanos de a pié , pero nunca jamás a los dueños del balón, de la economía, del poder político.
Tarea compleja desentrañar el sentido de todo esto. Pero lo cierto es que el asunto ahí está, demostrando que no podemos aspirar aún a ser un país serio, a tener vergüenza, a querer ser un país digno y democrático, un país de leyes y de verdaderas oportunidades para todos, no sólo para, por ejemplo, Mouriño and Co.


Y aquí un ejemplo de a pie, terrenal, simple: hace ya casi veinticinco años me tocó (trabajando para el INAH) suspender la demolición de una finca de la primera mitad del siglo XIX, de dos pisos y extraordinarios espacios, en la esquina de Pedro Moreno y Galeana, (la esquina nor poniente de ese cruce); se trataba de un edificio patrimonial protegido por la Ley Federal de Monumentos por la siguiente razón: es un edificio civil relevante, construido en la primera mitad de aquel siglo y con características relevantes en cuanto a sus espacios y a la rica superposición de etapas constructivas que incluso pueden datarse hacia fines del siglo XVIII (pero de lo cual muy poco quedaba). Las negritas son porque eso dice la Ley Federal sobre monumentos que es un monumento histórico que protege la ley y su reglamento, señalando (reitero) que están protegidos por "determinación de la Ley" (sic). Se logró la suspensión de la demolición y se logró concretar, de acuerdo con el propietario, un proyecto de adecuación a sus necesidades y a darle al edificio la dignidad perdida durante muchos años de incuria y abandono. El edificio, incluso, recuperó sus vanos en las proporciones originales y tomó un carácter simbólico interesante para la zona, por lo demás, colindante visual del templo de Santo Tomás o de la Compañía, posterior sede del Congreso de Jalisco Independiente y luego, posrevolucinariamente, edificio de Correos y Telégrafos. Fue cubierto el patio central de columnas y su imagen exterior e interior eran dignos ejemplos de lo que se puede hacer con ganas de tener un centro histórico decente, atractivo y visitable.
Justo hace días vi cómo se realizaban trabajos sospechosos, pero además, ya hace algunos años se le alteró la fachada con un aparador de esos que los comerciantes fenicios del centro hsitórico suelen preferir, grandotote, amplio y feo con ganas de joder. En principio era sólo una pecata minuta. Pero ahora se está trabajando en hacer otro aparador y, no puedo pensar otra cosa, regresarlo al estado lamentable que tuvo por años en la segunda mitad del siglo XX hasta antes de su rehabilitación.
Eso que ocurre, pasa justo cuando los gobernantes se desgarran las vestiduras con eso de que el turismo debe estimularse y con la preparación del centro histórico para los juegos panamericanos. O se ignora en dónde están parados o de plano, el centro que formaron generaciones pasadas con tanto tino y con buenas obras, se quiere convertir en el escenario perfecto de la ciudad de la derecha mundial. Mejor dar dinero para el Santuario que para obras de arreglo y adecentamiento en el centro de la ciudad (el turismo cultural no es el objetivo, sino la procesión de beatas de Guanajuato), porque la historia urbana es para el gobierno municipal una verdadera monserga. Tengan su centro histórico, tengan su nueva edición de plaza tapatía, tengan su vergüenza. Pobres tapatíos, se burlan de todos nosotros.
NB
Me declaro remiso en la nueva entrega del análisis del Santuario mayor de la zona metropolitana de Guadalajara, el moumento más grande a la inteligencia y homenaje al arte religioso más decantado.

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