Pobrecitos chilangos!

Visitando la Ciudad de México, o como le dicen, el Defe o el Defectuoso, es complejo no caer en la fatal remembranza o en la obligada evocación del pasado. Con las imágenes que se ven del terror, como suelen decir de esta ciudad casi todos sus detractores (y hasta sus amigos, que es peor), me parece muy útil referir que en el medio urbano de la ciudad no hay la confusión tapatía. Este no es el Rancho Grande que el folclore, en el que aún sigue instalada Guanatos, ha construido. Ni Garibaldi ni Coyoacán, en donde estoy, es aquel sitio de añoranza de los años treintas del siglo pasado con el fantasma de Frida caminando por acá y más allá, ni tampoco es el infierno de la inseguridad que muchos como Cristina o Pepe o Fer Limones suelen arrancarse las venas.
El clima es estupendo; Guadalajara lo perdió por razones de su depredación natural despiadada porque decían que era parecido al clima de Cuernavaca, ésa sí, ciudad de la eterna primavera. El calor apenas se siente como un duro castigo que cargar en los desplazamientos intensos que impone la acelerada ciudad. La apacible agitación de las venas de circulación es fluida, mejor que López Mateos y eso que Río Churubusco está en obras... (¿y Las Rosas para cuándo?); estoy por apostar con un colega que López Mateos es la avenida (¿o viaducto, mi querido Paco?) más torpe, lenta, absurda y desastroza avenida, canal, vía, sendero o lo que se le ocurra a usted en el mundo entero, en el mundo mundial.

Me parece interesante descubrir que los enormes problemas de circulación que existen en la ciudad no son para nada la absurda artereoesclerosis de Tapatilandia. La lentitud del tráfico tapatío es insufrible, absurda porque no puede compararse la cantidad de vehículos y no lo son las distancias que hay que recorrer allá como acá. En Guadalajara no se puede circular con fluidez por muchas avenidas o calles y el centro es un caos que no invita a visitarlo. Por cierto que ahora parece que han decidido iniciar obras más o menos cuerdas en algunas calles del centro ¿histórico?, que está en plena decadencia y abandono de sus edificios. Ampliación de banquetas, una iniciativa de 2001 que retoman con cierto tino, porque los peatones de esa ciudad no tienen ningún beneficio al caminar por cualquier lado. La imagen de trabajadores a la derecha, claro, no es en Guanatos, sino en el DF, en la calle de Correo Mayor y Moneda.


Acá el centro se deshace como si nada pasara. Y no sólo por la voracidad de sus empresarios inmobiliarios insaciables de escombros y malos proyectos, sino sobre todo por la incapacidad de acción de los organismos oficiales que, desde obras públicas municipales y estatales, o los organismos de notables que se crearon para especular a gusto con el centro histórico, no hacen nada porque nada les detiene, nada les impide hacer lo que les venga en gana en el territorio urbano. La casa de Pino Suárez (antes Alhódiga) y Reforma, pronto caerá gracias a la inoperancia de reglamentos y a la complicidad por hacer de la zona el escenario para los Panamericanos, con ayuda de señores Baruqui o el nombre que usted guste ponerle.
Y si se habla de otros temas, como por ejemplo, definir los aspectos políticos del país, creo que estamos igual que en los tiempos de Santa Anna, con un gobierno poco profesional y la risa de todo el mundo ante los pobrecitos mexicanos. Y eso no sólo es para los tapatíos, toca mucho para los chilangos... todos estamos hundidos, pero de todos modos, ¡pobrecitos chilangos!, ¿no?


Dama azteca moderna

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