Seducción, ¿eterna?

El hecho de que seducir no sea otra cosa que atraer, engañar o conquistar el ánimo de alguien para lograr sus propios fines, sean éstos buenos o malos, no es, de suyo, algo "malo". Aprendemos en la vida muchas cosas que la ingenuidad primigenia, infantil, nos hacía creer que se trataba de algo no deseado, pero cuando uno es seducido, la experiencia es irrenunciable, incomparable. Seducir es una práctica no muy común, tal vez por compleja; seducir a las masas es, por mucho, aún más complejo que hacerlo con una mujer... aunque se da el caso, claro. Pero el efecto que logró por décadas el insigne y controvertido personaje cuyo solo nombre pone a temblar a muchos o provoca reacciones encontradas, es inusitado, aunque de seguro muy normal en el actual medio social mexicano: Antonio López de Santa Anna.
Prometí, entregas atrás, comentar el trabajo de Enrique Serna sobre el personaje más controvertido de la historia mexicana, atinadamente titulado El seductor de la patria. Una novela histórica que después de Noticias del Imperio de Del Paso, resulta realmente pequeña a su lado. Y no porque Serna sea malo (nada más hay que leer sus Amores de segunda mano, por ejemplo), o porque nuestro personaje no sea digno de reconocimiento seductor, pero la verdad es que la novela no seduce, a lo largo de 500 páginas, de la misma forma que Antonio logró hacerlo con tanta gente, con tantos políticos, con tantos indios remisos, mestizos, criollos o castas del siglo XIX mexicano. Destellos aislados, breves incitaciones a convertirse como lector en un rehén de Santa Anna, pero que no se logra al final. Tengo la impresión que es un trabajo forzado, muy hecho porque sí y por eso mismo reduce su intención seductora a sólo eso, una intención que se queda en el camino. Hay cosas nimias en la novela que por su intrascendencia no resultaría prudente señalar, pero no puedo dejar de mencionar, por ejemplo una que a mi juicio (como muchas otras que por el espacio no puedo citar) resulta fuera de lugar: estando en San Luis Potosí, el Santa Anna serniano refiere que había una iglesia con sus techos de teja... ¿se usa o usaba la teja en las inmediaciones de la capital de SLP? ¡Noup! Deformaciones profesionales las mías; nada seductoras by the way.

Sin embargo la novela atrae; alcanza a ser un trabajo que no permite el extravío facil. Y desde mi punto de vista es aún más atractiva por la actualidad que tiene ese personaje de nuestro siglo XIX con la realidad mexicana de hoy. ¡No hemos cambiado nada los mejicanos! Curioso que, como entonces, la actitud vendepatrias, la añoranza por el pasado virreinal, los resabios estúpidos de la búsqueda de lineajes nobles, títulos familiares, fortunas de heredades, la pérdida de la brújula de la historia y de la dignidad de una sociedad, el poder de las clases hegemónicas, el abuso de las élites y la renuncia a lograr una real democracia en tanto que la corrupción somos todos, no haya cambiado en México. ¡Seguimos siendo iguales que entonces!
Pero existen salvedades, diferencias. Por ejemplo, Guadalupe Victoria, primer presidente de México (y para colmo mi paisano), curiosamente le refiere al "quinceuñas" su situación despúes de dejar el cargo y le pide que le preste seis mil pesos (que no eran poca cosa entonces), y Santa Anna: "Pero, ¿cómo? -le dije-. ¿Un expresidente como tú viene a pedirme una cantidad tan pequeña? No me lo vas a creer -me dijo-, pero yo salí de la presidencia con deudas. Hasta tuve que poner de mi bolsa para completar los sueldos del ejército. Pobre Guadalupe: su fama de tarugo es una prueba de que en este país nadie aprecia la honestidad. Más vale tener la fama de cabrón, para que nadie se burle de uno". (página 133) Tal vez por esa actitud y más aún gracias al manejo de imagen que la historia gráfica de México nos ha hecho llegar, como la foto que tenemos justo aquí, en donde el despreciable Antonio presenta su rostro más detestable, la de un viejo cochino, desagradable, con mirada porcina que nos dice: "sí, soy yo y me vale madre, soy un héroe, un forjador de la patria, de tú nacionalidad, un vendepatrias como puedes ser tu, como un ladrón que quisieras ser tú también porque no hay oportunidades, ni las habrá en este país"


Exiliado en Turbaco, Colombia, Santa Anna leía los periódicos que de México le llegaban: "Pasaba a la página de información nacional ¿y qué me encontraba? Rumores de levantamientos, noticias de crímenes sanguinarios, quejas de empleados a quienes no se pagaba, pequeñeces, miserias, retroceso en todo. Hasta la Nueva Granada estaba prosperando, gracias a la construcción del ferrocarril de Panamá, que había traído bonanza en toda la región. ¿Pesaba una maldición sobre la raza de Moctezuma?". Las noticias desde entonces no han variado mucho en México.

Don Antonio se justifica, en la novela, de muchos momentos de su actuar. Es inherente a la condición humana buscar hacerlo cuando se carece de principios, como ocurre con muchos políticos de hoy. El grado de cinismo y buscar justificar los actos de lesa humanidad eran parte de la personalidad de Santa Anna, pero sigue siendo igual hoy en día: los políticos mexicanos no aceptan el grado en el que dañan al país teniendo el poder. Se engañan a sí mismos para sentirse bien, para creer ellos mismos que su actuación lesiva al país los salvará del juicio histórico.

"... Eliminadas las trabas que me habían impedido mostrar mis dotes de administrador, emprendí un audaz programa de fomento a la minería, a la agricultura y la industria textil. Los profesionales del infundio han querido sepultar ese gran esfuerzo bajo una capa de estiércol. Pero los mexicanos con nobleza de miras saben que mi único anhelo fue trabajar por el bienestar de nuestras familias." (página 429) Algo semejante a lo que ha dicho Fox y lo que dice Calderón hoy. ¿Nuestras familias?


La venganza absoluta

Y ya que estamos en el rollo del entretenimiento, lo que don Toño le hizo a México no puede ser entendido sin comprender también la soberbia y rapacidad de nuestros vecinos norteños. No justifico a Santa Anna, pero creo que si se trata de entender con acierto lo que él hizo, es también tratar de entender el momento histórico, lo que los gringos hacían entonces sin recato, sin pudor, sin ápice de moral: ¡robar! Eso lo hicieron conociendo muy bien al presidente de facto del México de entonces. El petróleo, ¿no es acaso otro santanazo, mister Calderón? Al tiempo, a la historia.
Simpático el anuncio espectacular de vodka Absolut en todo el país: en un mundo absoluto la realidad sería otra. Por cierto que los gringos se han sentido ofendidos con la publicidad del vodka (que desde ahora es mi favorito, claro, después del Centinela blanco), al grado que despertaron protestas "nacionalistas" en USA. ¿Se les olvidó la historia? No, la ven con ojos de santanistas, nada más.


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