Aniversarios redondos y otros entremeses


Así como se conmemora el 68 en muchos sentidos y múltiples formas es tiempo de pasar a conmemorar otras formas que acompañaron a esos años, otras aventuras, otros puntos de vista múltiples, polisémicos, elementos del consciente colectivo que no pudieron dejar de tener un valor en el contexto de los movimientos de ese año. Y aunque de 1966, la película de Michelangelo Antonioni Blow-up es un referente necesario para conmemorar lo ocurrido culturalmente hablando. Desde luego que no se deja atrás la presencia de Marcuse ni la de Sartre, y mucho menos de Julio Cortázar que con su cuento corto Las babas del diablo, inspira a Antonioni para realizar ese filme. Imposile no recordar a Verushka o a la deliciosa Jane Birkin, pareja entonces del recordado Serge Gainsburg. Verushka era (¿es?) una modelo de dos metros de altura, deliciosa y encantadora como sólo entonces podía imaginarse que fuera una modelo. Breves apariciones en el filme dejan el justo recuerdo para el deseo de esa misteriosa modelo. Por supuesto que no se puede olvidar la referencia a Vanessa Redgrave: esa extraordinaria actriz británica de gran fuerza que sigue exhibiendo sus dotes en recientes apariciones. 
Justo por su aparición en escena, merece la pena hacer una perfecta ubicación del mismo en el Marion Park de Londres, en donde se lleva a cabo en encuentro con la misterosa Vanessa. Marion Park ha cambiado horrores, por lo menos lo que a su entorno se refiere: la casa de antigüedades desapareció y en su lugar se contruyeron horrores modernos "pseudo lo que ustede quiera". Sólo quedó como evocación una parte menor de la entrada norte al parque en el filme.

Y para sorpresa de cualquier visitante de la costosa Londres, el ingreso es gratis. En él se rodaron varias escenas centrales, entre ellas la final en donde un grupo de jóvenes, los mismos quizás que protestarían después en París, en Tokio y en la Ciudad de México, con pancartas pidiendo fin a la guerra, amor y paz, y muchas cosas más, imbuidas del espíritu crítico y contestatario que muchos jóvenes hoy no tienen, recorren en bola el parque Marion en un viejo jeep. De pronto se detienen y empiezan a jugar un partido de tenis con mima: no hay raquetas ni pelota, el silencio es magnífico y sólo el viento que cruza por el parque es la música que en el último minuto del film retorna a manos de Herbie Hancock, inconfundible, memorable. 

Marion Park, como muchos otros sitios de muchas ciudades, tienen ese misterio encerrado de su estrellato, de su capacidad para isnpirar escenas, de su fuerza para evocar momentos. No podemos decir mucho de Guadalajara en ese sentido: la ciudad fue capada de posibilidades de recordar (y no se queda atrás el DF, ya vimos lo que hicieron con la casa de Kerouak), más tal vez que muchas ciudades. Entre los sitios que guardan esa posible evocación hay muy pocos que sean distinguiles y mencionaré uno en particular: la cantina La Fuente. Sí, ya sé que en donde hoy está es en realidad un sitio nuevo al que huyó la cantina después de que el inmoral Díaz Morales demolió las dos manzanas que había entre el Degollado y la Catedral, hacia 1949. Pero no obstante es un sitio con una memoria ya de más de medio siglo y memoria de más de medio siglo en la Perla es realmente algo inusitado.

Pero hablando de tradiciones inestables, o sea, tradiciones que no echan raíces, tenemos ni más ni menos que a Víctor Pacheco: ¿cuántas cantinas, bares, antros ha abierto este melómano y filmófilo de primera, amante del jazz, del rock...? Yo he conocido ya cinco... Esperemos que no se mueva ya de la actual, Jazztá, que es un sitio sucesor de un atro anterior que se llamó la Barra de Thomas. Lo mejor de Víctor es que convoca a tanta gente que la verdad no es imaginable no encontrar amigos cada vez que se visita. Para muestra dos botones: el buen Víc y Frida, y bueno, la lista es enorme. No queremos convertirnos en un blog de sociedá, así que no ponemos la pasarela completa.

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