Pobreza de imaginación I


Hace agua el proyecto de la villa panamericana y ello no debe sorprender a nadie. Las notorias deficiencias las pusimos por escrito un grupo de profesionales interesados en la ciudad y las entregamos a cada regidor en 2007, e incluso se entregaron propuestas alternativas a los regidores y al propio alcalde; todos guardaron silencio ante ese análisis escrito que prometieron revisar (ya no analizar, que es demasiado), y posteriormente nos llamarían para discutirlo. Hoy el tiempo ha pasado y ahora el proyecto se convertirá en un "ingenio de pobre" ciudad, de pobre gobierno y de pobre imaginación. Celia Fausto, regidora del ayuntamiento ahora se rasga vestiduras, pero debe aceptar que no hizo nada cuando debía. Y apenas ahora parece que se dan cuenta... ¿por qué razones? ¿Qué hay detrás de todo ese extraño caso que llamaré del Gabinete del Doctor Petersen?
Hay comportamientos imposibles de explicar y es el caso de los personajes que están involucrados en el proyecto de la Villa Panamericana. Ésta surge como un compromiso y una necesidad de alojamiento para los atletas de los Juegos Panamericanos de 2011, oportunidad dorada para la ciudad por el flujo de recursos provenientes tanto de los países americanos como nacional (federal). Para ello se decide buscar (¿realmente buscaron o no veían sino el negocio inmobiliario?) un terreno y, cosa harto plausible, destinar recursos que puedan aprovecharse para el centro de la ciudad que es, a fin de cuentas, lo que realmente vale la pena de TODA esta ciudad y su árida zona metropolitana, destruida, vapuleada, llena de cotos antisociales (click), rehén de inmobiliarias y sus socios políticos corruptibles y de la inoperancia de las leyes (que equivale a la inoperancia del Estado, de la democracia y de todo: ¡la selva pues!), o como dicen en "extranjia": En México todo es posible. ¡Claro! Es posible no tener planeación urbana gracias a que los intereses particulares son los que pesan más que los de la comunidad, luego entonces, cualquiera que tenga unas cuentitas que suenen puede comprar (más si son extranjeros), a algunos alcaldes, a ciertos planificadores, a muchos burócratas. Al fin que acá todo es posible.
Continúo mi historia: deciden (y aún ahora no se sabe por qué demonios, habiendo tantas) que será la zona alrededor del Parque Morelos la afortunada en recibir toda esa sesuda propuesta habitacional; ¿qué habrá en el sitio para que ni siquiera las buenas razones hagan cambiar de idea al Doctor Petersen? ¿Pobres necesitados de bienestar urbano? ¿Inmuebles inservibles o espacios prescindibles? ¿Qué?
Los vecinos arraigados ahí por generaciones, deciden oponerse y el gobierno de la ciudad a no escucharlos: son demasiada poca cosa para las mentes ilustradas. Hay que comprar, demoler y refuncionalizar la zona: "modernizar el centro histórico" (sic), es decir, no saber siquiera qué se está diciendo. El proyecto va. Y se deja ver que la ubicación es inviable: inundación en 2007 de 1.5 metros en el Parque Morelos no mueve a esos señores a entender que el agua corre hacia el Río San Juan de Dios por obra y gracia del espíritu gravitacional. ¡Dios existe!
Pecata minuta. Ellos van a corregir a Tláloc, dios de la lluvia, y no habrá inundaciones. El proyecto continúa sordo y ciego. Vienen luego los proyectos que se concursan (con obscuridades muy claras) y los ganadores irán a cobrar por su trabajo premiado. Casi todos los ganadores, gracias a los parámetros impuestos sin meditar, proponen edificios muy altos, excesivos para la zona en términos de afectación visual y de capacidad del suelo urbano para soportar dicha operación. El sueño dorado (o la pesadilla), es construir los edificios que luego se venderán a precios irreales: entre 800 mil y 2 millones y medio de pesos. ¿Quién que pueda pagar esa suma querrá vivir en una zona tan castigada de la ciudad por décadas? No creo que nadie con ese presupuesto deseé hacerlo por ahora, cuando el centro sufre un abandono casi de 60 años.
Dato importante: el Plan Parcial del Centro Histórico, que establece las reglas y las formas de desarrollo de la zona central de Guadalajara y que fue aprobado en 2003, se cambió para ajustarlo a los deseos no de la ciudadanía, sino de los inversionistas y promotores. Se perfila un gran negocio. ¿Leyes y reglamentos? ¡A quién le importa!
Ahora resulta que el país se viene abajo ("es un desastre" acaba de decir Gurría, de la OCDE), la crisis ahoga a todos y no hay capitales que quieran apostarle a ese engendro extraño. ¿Resultado? Limitar los alcances del proyecto a lo que llamó el constructor del mega proyecto, limitar el gasto y hacerlo "con el ingenio de los pobres".... aquí estamos los bananeros con ilusiones de haber saltado a un mundo que somos incapaces de crear, de recrear.
Y el alcalde aventó una perla: "Esto no va a ser un Tlatelolco, ni va a ser un… muchos de los nombres que han estado manejando, no va a ser El Sauz. Esto tiene que ser un nivel de vivienda mucho más elevado de lo que hemos visto en las últimas promociones del Centro Histórico”, enfatizó. (La Jornada Jalisco, mayo 22 de 2009) ¡Ya quisiera que se pareciera por lo menos de lejos a Tlatelolco! A las claras, no sabe (as usual) de lo que habla. Creo que debería explicar a qué se refiere y cómo se va a resolver el cochinero que han "planeado" para la ciudad: ¡urge llamarlos a cuentas!
Así las cosas, es probable que lo que se haga ahí sea una caricatura de esa Guadalajara de los nuevos gobiernos que no alcanzan, siquiera, a imitar los fracasos de la Plaza Tapatía del gobierno de Romero de Velasco. Están destruyendo la ciudad. Y nosotros somos sus rehenes, aquí tienen a sus babosos.


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