Castigo a la universidad


Está dicho que el nivel académico y la educación nacional están limitados por muchos factores enemigos y eso se corrobora hoy, justamente cuando el gobierno le pide a la UNAM, y a todas las universidades públicas, reducir su ya de por sí magro presupuesto. Digo justamente, en este preciso momento, cuando la UNAM obtiene el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2009 y Calderón le pide a esa universidad, reducir su presupuesto por la crisis. Hace ya muchos meses, un connotado panista, legislador por Jalisco, Raúl Alejandro Padilla, pedía que se redujera el presupuesto de la UNAM porque no rendía resultados; esa es parte de la política nacional.
Estamos de acuerdo con lo de la crisis y la necesidad de enfrentarla, pero entonces habría que hacer lo que ya se ha dicho por quienes sí parecen tener una visión más real del país: reducir los elevados costos de la alta buroracia nacional (mucha de ella ni siquiera calificada en sus responsabilidades laborales, como lo demuestra el incendio de la guardería de Hermosillo, entre una larga lista de ejemplos que harían impráctico este paréntesis), aplicar los impuestos a quienes más tienen, reducir el pago del rescate carretero, del Fobaproa, modernizar sin privatizar a Pemex, erradicar los negocios de los políticos... en fin, una lista generosa de acciones que beneficiarían al país y no sólo a los que más tienen.
El legislador panista, con supina ignorancia, alegaba que las universidades privadas eran mejores, más eficientes y que no tenían presupuesto público. Claro que él cursó en una universidad privada, luego entonces su declaración no sólo es atribuida a su filiación partidista, sino a su carencia de ubicación en la realidad, no sólo la nacional, sino la del estado moderno después de la Revolución Francesa, después de la Independencia de nuestro país y proporcionada por una universidad privada... ¿para qué ir más allá?, es una discusión bizantina.
Llama la atención en este desahuciado ambiente nacional, justo porque cuando se dice (sólo se dice) que México está llegando a la modernidad bajo una conducción errática e ignorante como la de los actuales gobiernos (o lo que sean), la verdad se muestra en toda su crudeza con las medidas calderonistas-carstensianas. Desde afuera, en el extranjero, la visión es muy distinta; la prueba es el premio Príncipe de Asturias. Pero nos ven además como un estado que carece de justicia social, de educación, de salud, de acceso al trabajo, sin un medio ambiente atendido con responsabilidad, limpio.
Con estas medidas reduccionistas, la realidad parece demostrar que lo fallido ha alcanzado un nivel tal que impide avisorar un rayo de luz al final del túnel.
Sin embargo, el premio a la UNAM a muchos nos llena de una leve esperanza. Ese algo al final del túnel. Algo frente a otros signos desalentadores, ante la impunidad de los políticos y grandes tiburones financieros, de fraccionadores asociados con políticos, de violencia en muchos ámbitos sociales... de obras públicas que son negocio para los contratistas y mala calidad en resultados para los ciudadanos.

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