La reflexión del pasado
La realidad me deja sin aliento cuando observo las circunstancias que rodean a la política y la economía del país. Eso no es para nadie una novedad... aunque hay algunos que se acurrucan en el cálido rincón de la ficción que fabrica el poder, sobre todo esa ficción irresponsable que ha querido convertir en realidad imposible el dizque presidente de este pobre y zarandeado país.
Pero como el panorama general no deja mucho para el descanso o al menos, para el relax creativo, para la contemplación de la vida que pasa frente a nosotros impávida y sin mayores complicaciones, me parece que escapar un poco de esa fatiga es necesario. No es una huida irresponsable, sino una forma de alimentar de otras cosas la mente y el corazón, el goce y el placer secuestrados por malsanas conducciones de otras realidades que son ineludibles.
El arte es una puerta muy grande, maravillosa, donde poder verse a uno mismo, a los demás. Escudriñar por encima del reino exclusivo de la necesidad, de lo cotidiano: el arte y la ciudad, los logros esperanzadores y la sencillez de la vida, son oasis imprescindibles.
Cayó en mis manos un libro bien hecho, Materia y sentido. El arte mexicano en la mirada de Octavio Paz, (INBA, 2009) que refleja lo que la mirada de Paz recreaba en torno a muchas manifestaciones del arte mexicano y su visión sintética de la identidad.
Me pareció buena esa parte porque aborda lo que de alguna manera se inscribe en el parteaguas, o tal vez en el hilo más fino, de las fronteras entre lo nacional y lo aún sin identidad. Se trata de la relación sobre el nacimiento de la arqueología mexicana (y de la antropología), pero también del arte nacional en el sentido moderno del término. El descubrimiento, curiosamente bajo la administración de un ilustrado como el segundo conde de Revillagigedo, nacido en Nueva España e hijo del primer virrey de similar título, lo expuso el propio Soto y Gama en su trabajo sobre el descubrimiento de "dos piedras" que luego fueron "dos monumentos" y que Paz retoma en su artículo medular. En la reflexión de Paz se encuentra el México prehispánico y el México colonial, a través sobre todo de la extraordinaria escultura de Coatlicue, diosa y demonio, seductora y fatal. Es sin duda una reflexión central que pude dar pistas para la búsqueda de la identidad nacional, algo que Paz abordó con gran destreza en su Laberinto de la soledad.
En realidad, Paz aquí no descubre nada nuevo, sólo lo recrea y le da sentido. El arte azteca que asciende para otorgar su irremediable destino, a pesar de todo lo que pueda venir encima de un pueblo sojuzgado y dominado, a pesar de la denostación de lo indígena, de lo que pasó a ser subalterno y luego se levantó de las cenizas. Hoy es la pieza central del Museo de Antropología de la Ciudad de México.
Es necesario leer este ensayo en un libro que reúne fotografías de piezas importantes del arte mexicano desde entonces al siglo XX.
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