Calles privadas

En Guadalajara, el espacio público parece privado para muchos de sus maleducados ciudadanos. Esa diferencia entre lo público y lo privado ha hecho crisis en los tapatíos a partir de la pérdida de la noción de colectividad, de conjunto, para adoptar en forma monopólica y egoísta lo urbano. No es extraño, e incluso parece "normal", cuando la tendencia política dominante en la región está dominada por el partido conservador y derechista como lo es el Partido Acción Nacional. De sus principios inconfesables poco sabemos, pero mucho padecemos como su incapacidad política, que fue trocada por sus principios silenciados desde hace por lo menos dos décadas. Nada lejano a estas actitudes incivilizadas, el Partido Revolucionario Institucional, un nombre controversial como claridoso por cuanto retrata de cuerpo entero a su modus operandi, también ha aprendido a ser, como su enemigo jurado (en apariencia, claro) que es el PAN, un solapador de atracos al espacio público. Realmente debo aclarar que no me refiero a todos los tapatíos, habitantes de Guadalajara, sino a quienes se han venido apropiando del poder y de las decisiones urbanas, los políticos, los funcionarios públicos y los administradores de una burocracia que tiene claro que "gracias a dios" están en donde están y por ello mismo ha llegado la hora de medrar a como dé lugar. Pobres ciudadanos, con estas autoridades, porque la ciudad está llegando a condiciones cada día más alejadas de aquellos sueños de relevancia en el terreno nacional que en los años 50 y 60 del siglo pasado, Guadalajara intentó ocupar con cierto éxito.
En semanas recientes a través de la red social de Facebook denuncié lo que es una muestra meridiana de la ausencia de ciudadanía y del cinismo de las autoridades municipales para permitir que "ciudadanos" determinen cómo debe hacerse el espacio social, es decir, induciendo no sabemos ni sabremos con certeza (oh, transparencia opaca!), si corrompiendo a funcionarios menores o a mayores que den rienda suelta a sus pasiones personales: limitar lo público a su gusto y tener de rehenes a todos los ciudadanos.
El caso pone en evidencia un maridaje cómodo entre el PAN y el PRI, porque desde la anterior administración del primer partido, se permitió a una ciudadana y a muchos que supieron pagar las necesarias dádivas a inspectores o supervisores de la obra pública, modificar proyectos de áreas públicas o hacer rampas de acceso a cocheras fantasma o a futuras cocheras que nunca se deberán realizar si es que se quiere administrar la ciudad para que en el futuro tenga un centro
histórico por lo menos mediano.

Hechos evidentes
Las imágenes son elocuentes: la autoridad construye (con nuestros impuestos) espacios públicos mediocremente ejecutados (las deficiencias son infinitas y están a la vista), y luego los gandayas de siempre corrompen a los burócratas medianos y altos para que en sus espacios que consideran privados, se haga lo que a ellos les conviene. ¿Tantos gastos y tanto trabajo para que cualquiera pueda decidir lo que todos debemos tener?
En la esquina de las calles de Juan Manuel y Liceo, se muestra cómo los jugueteros mercachifles de la zona han logrado desmantelar el deseo público en aras de su interés personal. La juguetería
de la esquina colocó incluso un ficus, árbol inadecuado para las banquetas de una ciudad, y logró modificar el proyecto original en su favor para estacionar su Lobo negra; ese ejemplo de confesa (aunque endeble) admiradora del candidato del PAN (carteles del candidato en su fachada lo hicieron evidente), fue admirablemente secundado por su vecino cercano que decidió hacer exactamente lo mismo que su colega en perjuicio de todos nosotros.
Lo interesante es que siempre supuse que se trataba de una obra ilegal, a escondidas; pero para mi sorpresa no, son completamente legales, pues el ayuntamiento le dio licencia para llevar a cabo su capricho personal y egoísta. Veamos la secuencia inicial del caso que de seguro es ya irreversible y será inicio de una larga secuela de iniciativas de otros de los innumerables ciudadanos y comerciantes que tienen en los bolsillos lo necesario para hacer con los políticos, lo que se les pegue la gana en detrimento de los derechos de todos nosotros. En las imágenes a la derecha se puede ver el inicio del desmantelamiento del piso; luego las bancas desaparecen, y el resto del pavimento se retira. Pronto, un automóvil ocupará el espacio que antes los ciudadanos, incluidos los clientes de estos talibanes urbanos, para beneficio de nuestro tercermundismo ridículo, y para ilustrar a los visitantes de los cacareados juegos Panamericanos del próximo año. Viva Guadalajara.

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