La ciudad más abandonada de América Latina


Parece que a todo mundo le ha quedado claro que Guadalajara de Indias ha tomado un rumbo que poco puede presumirse a nivel mundial y, justamente por eso, las autoridades, los industriales y quienes toman las decisiones verticales en un país muy inequitativo, deciden ahora pretender empezar a corregir el rumbo. Pero nada más lejano a eso, en la contundente y tozuda realidad.
Desde las decisiones verdaderamente vulgares (no encuentro otro calificativo), frente a los Juegos Panamericanos 2011 y el desmantelamiento de la ciudad iniciado por los "grandes" urbanistas de corrillo confesional o aristócrata, herederos de la mejor tradición del egregio Díaz Morales, el primer antiurbanista de la ciudad, hasta las actuales nuevas autoridades encargadas de "retomar el rumbo" de la ciudad, los ciudadanos de a pie tenemos que seguir sufriendo y padeciendo los yerros que hacen de esta ciudad un espacio degradado y maltrecho. Una ciudad que pierde en forma acelerada sus tradiciones, sus ambientes urbanos antes al menos disfrutables y que encima de todo se convierte en una de las dos peor evaluadas en América Latina como las peores en términos de sustentabilidad y calidad de desarrollo, según recientes estudios dados a cononcer por The Economist Inteligence Unit y Siemmens: Guadalajara y Lima son las peores de todo el subcontinente.
Y pensar que aún escucho decir a los tapatíos que qué bueno que no nos parezcamos a la Ciudad de México... ¡vaya aliciente! Deberíamos aceptar copiarla y aún más, mejorarla.

Las obras autorizadas por el ayuntamiento (anterior o actual, da lo mismo: siempre son las autoridades sin importar el color que tengan, las que deben responder, es decir ser responsables), son verdaderamente de miedo, sumadas a las brillantes ideas del gobierno estatal. La Vía Express, las Villas Panamericanas, el Puente Atirantado, el abandono del centro histórico, el museo en el que se pretende convertir al Palacio de Gobierno de Jalisco... y las que se acumulen en la semana, son algunas de las erráticas iniciativas que sólo tienen el fin, y el tiempo lo va demostrando, de ser jugosos negocios para sus promotores y venerables tutores.

Es algo sintomático de un país sin ley. En México, decía un rufián prepotente hijo de magistrado y toda la cosa, todo es posible si tienes dinero e influencias. Por ello no me queda claro cómo se pudo hacer sin ningún beneficio aparente, un proyecto tercermundista tan chafa como el nuevo y aparatoso hotel Riú. Sus fallas son evidentes sólo de verlo. Un edificio antiecológico y anti sustentable, un edificio retro, pero no de lo mejor del mundo, sino de lo más mediano o mediocre, para decirlo mejor. ¿Nuevos sistemas constructivos, nuevas propuestas formales, mejorar el ambiente urbano? ¡Nada de eso, por supuesto!
Estamos en un país en donde las leyes no funcionan, no sirven para la vida cotidiana, no parecen responder a una necesidad de permitir el avance de la sociedad, sino más bien, un adorno magnífico para poder presumir lo que, en definitiva, gracias a los dueños del país, no podemos llegar a ser ni con 100 ni con 200 años de luchas y búsqueda de equidad y democracia.

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