Cuando el comercio es engaño
S e ha puesto en práctica por fin, hace unos días, una política de gobierno muy positiva: que los productos no engañen, que declaren los daños que pueden provocar y que los productos que consumimos no sean copias falsas de otros que son muy importantes en la alimentación diaria de los mexicanos. El etiquetado y la suspensión de venta de productos que engañan diciéndose productos de leche, o sea, quesos, que no lo son. Sin embargo, los que siempre nos engañaban (y lo hacían a pesar de los daños que provocan), ahora saltan inconformes porque el engaño ha sido puesto en evidencia. Comprar quesos para mí ha sido desde hace décadas un arduo trabajo: implica no sólo escudriñar en la apariencia del producto para poder identificar su calidad (frecuentemente oculta con envases engañosos o tretas mercantiles), sino además tener que ensayar (muchas veces teniendo que comprarlo), alguno de esos productos para comprobar si es o no auténtico producto hecho a base de leche, como todo queso