¡Claro que no se olvida!


Escenas previas al desastre nacional. Foto de Excelsior, agosto 1968.

  • Corrimos fuera del alcance de la agitación que se vivía. El ruido de los disparos había comenzado sin que eso lo pudiéramos imaginar antes, cuando estábamos sobre el puente y comencé a deslizarme por su muro de piedra. Yo le decía al Jarocho: "No inventes, bájate para irnos al centro de la Plaza", y el me decía: "no, vente, súbete, allá viene el ejército, ¡se va aponer grueso!" Los disparos me persuadieron de que lo correcto era lo que me decía. Corrimos. Pero luego se me ocurrió, en mi imprudencia, que mejor nos subiéramos al edificio 11, desde allá se vería mejor el safarrancho pues desde allá se dominaba la Plaza de las Tres Culturas. Yo no sé qué pensaba entonces, la verdad. El Jarocho me decía que lo mejor era correr rumbo a nuestras casas y como los balazos no eran pocos ni silenciosos, el ruido ensordecedor me convenció más aún. Corrí seguido de un murmullo que ahora recuerdo, tantos años después, que era el murmullo y la agitación de la gente que salía dispersa alejándose de la masacre que se inicaba. Corrimos no mucho, porque el grupo de edificios donde vivíamos no estaba lejos y en el trayecto apareció El Gato, "súbanse a mi casa, desde allá podemos ver" Y sí, así fue. Aquello estaba horrible, el ruido era ensordecedor, grave. Contamos las horas: dos horas contínuas, sin parar, constante el fuego; desde la ventana veíamos cómo un soldado desde la torreta del tanque disparaba con una metralleta; a cada tanto salía una luz del cañón para iluminar a las víctimas... aquello ni siquiera lo imagniné ver nunca en la realidad. Luego veía cómo la agente que corría por el Parque de Lerdo se tiraba al pasto, cubríéndose del fuego: ¡otra ilusión de la realidad! No se tumbaban al pasto, estaban heridos o muertos porque nunca se levantaron más. Era algo que dolía sin ser abatido. El olor a pólvora, el humo, el ruido de balas. ¿Estábamos en un país en el que celebraba la Olimpiada o en Vietnam? Absurdo, era México 68. Eso es lo que recuerdo.
  • Lo más triste es que todo eso permanece casi intacto. Aún la represión, aún la prepotencia, aún la no democracia o más bien, la democracia simulada. No puedo olvidarme del 68. No puedo separarme de la idea de que tal vez no fue lo suficiente, que esto sigue muy parecido a pesar de que tantas cosas han cambiado en nombre del 68, pero sigue el poder en las mismas manos perversas de siempre: Acteal, Atenco, Oaxaca, Guadalajara 2004, ¿qué sigue? Malas cuentas para los que cayeron, por desgracia. ¿Hasta cuándo? ¿hasta cuándo José Trigo, Cuauhtémoc, Gladys García, Ixca Cienfuegos, Ulises, todos los que tienen un pedazo de Nonoalco Tlatelolco México?

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