Una ciudad a modo

(primera entrega)

El Cabañas antes, ¿saben dónde quedó esta perspectiva?

Me preguntaba el otro día por qué la catedral de Guadalajara no tiene atrio. Me preguntaba por qué los edificios que están frente a la Plaza de Armas son tan horripilantes y recuerdan a los de la época musoliniana. Me cuestionaba la razón de que se hubieran ampliado las calles del centro de la ciudad para hacer avenidas tan chafas. Me pregunté por qué se le hizo una crucifixión a Guadalajara. Me preguntaba por qué desapareció la ciudad que con tanta nostalgia se muestra en las fotos que se publican (y se exhiben con mucha frecuencia en sitios diversos), en álbumes o reportajes gráficos con añoranzas por un pasado mejor... o al menos, eso parece ser el impacto de las fotos anteriores a los años 50 del siglo pasado de Guadalajara. No pude responderme nada más que esta ciudad ha desmerecido mucho en el último siglo... o quizás mejor, en los último 60 años.

Cuando en Europa de los años 40, justo al final de la Segunda Guerra, se levantaban las ciudades de la destrucción de los bombardeos, ciudades arrazadas por las bombas de los aviones en uno y otro bando, un personaje tapatío visitó Europa azorado. Ese personaje vio cómo el paisaje de esa Europa que se levantaba luego de una gran destrucción, se rehabilitaba con pocos recursos económicos porque luego de una guerra la región quedó arruinada: se debía reconstruir con casi nada. Esa imagen debió cautivar a nuestro personaje, un ingeniero con deseos de superación que quería ser arquitecto. No era extraño que nuestro amigo visitante de las maravillas que habían sobrevivido a los blitz , se emocionara con la reconstrucción y sobre todo, con las nuevas tendencias en el urbanismo y la arquitectura europea de final de la guerra.




Visitó despachos de los más afamados arquitectos europeos, anduvo de puerta en puerta, de ciudad en ciudad. Europa aparecía ante sus educados ojos como un ejemplo a seguir en su natal Guadalajara: si ella no había sufrido los efectos de los bombardeos, sería oportuno crearlos para poder seguir los pasos de esa nueva Europa que se levantaba de la guerra. Sin duda, sus azorados ojos vieron con admiración el surgimiento de la arquitectura moderna en medio de ciudades como Berlín, o Milán... muchas ciudades a sus ojos mostraban el promisorio desarrollo de la arquitectura moderna de la cual él era un ferviente admirador. ¿Por qué no hacer lo mismo en América, en México, en Guadalajara? ¡Excelente idea!, -se dijo. Y una vez que hubo regresado, convenció a algunos ilusos gobernantes de que lo mejor que Guadalajara podía hacer para salir del atraso urbano y ser moderna, era bombardearla para poder hacer lo mismo que se hizo en su añorada e imitada Europa.

La cruz de plazas más moderna del mundo.

Así fue como le creyeron algunos gobernantes obnuvilados por las imágenes presentadas e inmediatamente se le dio un cheque en blanco para destruir las angostas calles de la ciudad para convertirlas en avenidas modernas, amplias y eficientes. Se dedicó con ahinco a hacer demoliciones y construir nuevos edificios en el centro de la ciudad, en donde haría un homenaje a sí mismo llevando a cabo un hecho sin precedentes en el urbanismo mexicano: ensanchar calles y demoler manzanas para hacer plazas, un poco como se hizo en Europa con algunos sitios en donde la destrucción había sido total. Inventó una imagen que sólo se podía concebir desde lo alto a la que colgó el nombre de Cruz de Plazas, en donde al parecer se justificaba a sí mismo por quitar el atrio a la catedral de su natal ciudad, para hacer en cambio una gran cruz en forma de plazas que cincuenta años después podrían ser vistas por los humanos en Google Earth. ¡Un avance tecnológico de punta para la época!
Nuestro personaje tuvo la maravillosa idea de recrear el ambiente posguerra en nuestra ciudad porque a sus ojos era injusto que quienes no podían viajar a Europa no pudieran disfrutar de las imágenes en vivo. Por eso decidió inmediatamente poner manos a la obra y además se decidió a crear una escuela que luego llamaría tapatía, o sea, la Escuela Tapatía de Arquitectura, una idea maravillosa para dar continuidad a sus ideas y, de manera especial, a su teoría de la arquitectura que por esos años estaba elaborando a partir de su inspirada mente ilustrada, luego de tantos viajes y contactos por el mundo mundial.
No hay duda que luego de esa experiencia maravillosa, la ciudad se modernizó de manera sorprendente. Los espacios vacíos, las manzanas incompletas o que mostraban los signos inequívocos de la demolición (o del bombardeo artificial) durarían décadas en sanar, o nunca lo harían, pero eso era parte de la atmósfera de recrear la realidad no virtual, sino real-real.

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