Centro Histórico y los Panamericanos

Entrega cinco


Con el consabido arrebato que ha provocado el tema de la elección única e inamovible decretada por el presidente municipal de Guadalajara (¡por fortuna no hay reelección!) de que la famosa Villa Panamericana será en los alrededores del Parque Morelos, estamos nuevamente emocionados por la gran vocación africana que tiene nuestra ciudad (y Estado), en donde las decisiones son tomadas en una verticalidad total. Ilustra lo anterior lo que una vez un personaje, -arquitecto de vocación cuyo perfil hemos venido reseñando en este blog-, acorralado por la contundente falta de razón en sus opiniones ante estudiantes poco tontos, simplemente sentenció: "¡Pues así es, por principio de autoridad!" Eso es justamente lo que exhibe el alcalde Petersen: el principio de autoridad y la vocación africana en el manejo de las políticas urbanas.


Me han dicho que soy irrespetuoso. Algunos amigos me dicen que, a mis años, no he aprendido a entender que estamos en México, que no hay nada que hacer: ¡es el destimo manifiesto! Es eso, dicen, y yo me declaro necio y aferrado a no aceptar que sigamos por el camino de aparentar ser muy "moudernous" como dicen; pero me cuesta trabajo aceptar que habiendo leyes, formas, capacidades, principios, sigamos por el camino del amateurismo político y urbano y sobre todo de la simulación. Entonces es probable que no los haya.

Bajo este panorama, las espectativas de que la ciudad, con todos sus errores y sus destrucciones irreversibles como la Plaza Tapatía o todo el patrimonio que hemos perdido, pueda recuperar algún día sus verdaderas dimensiones (ésas que los administradores urbanos, los burócratas de cuello blanco no han podido ver en su miopía funcional), son realmente escasas. La ciudad lleva un camino marcado por la miseria urbana y está modelada por la codicia y la especulación. Pocas son las voces que se han manifestado por tratar de cambiarla y poco han sido atendidas sus razones. Por eso es que no podemos callarnos. ¡Chale!


Es posible que a estas alturas no haya oidos para escuchar argumentos de por qué no hacer ese proyecto en una zona tan sensible de la ciudad, dentro del perímetro del centro histórico de Guadalajara. Ante la sordera no sirven ni los implantes auditivos, ni los gritos. Nos quedan el cinismo y el humor para seguir viviendo en una ciudad que no se respeta a sí misma. El cinismo y el humor son las armas.

Guadalajara en 1821. Arriba a la izquierda se observa la isla de la Alameda, actual Parque Morelos.

La fragilidad de una ciudad es muy alta, más aún cuando es abandonada por sus pobladores. Con poco que se yerre, el desastre es previsible. Pero más aún cuando la responsablidad de las autoridades está a todas luces ausente y nadie puede pasar por la guillotina a Flavio Romero de Velasco por la Plaza Tapa, o a Petersen por la inyección letal por la Villa Pana. Hablamos aquí de disfuncionalidad y de subdesarrollo, pero también de daños infringidos a los ciudadanos de los que nadie se hace responsable. A fin de cuentas, ni Petersen es responsable, ni Flavio, ni nadie.

¿Quién dice que no se puede construir un complejo de viviendas rodeado de zonas abandonadas de la atención de las autoridades? ¿Quién dice que no es posible inyectar recursos cuantiosos a lo tarugo? Eso sólo lo piensan los detractores del desarrollo y quienes se oponen a la modernización de la ciudad.


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