Guadalajara bárbara

La bestialidad local crece cada día con la ineficiencia de las vías para automóviles que inventaron los planificadores locales: estamos viviendo el México bárbaro del que tanto se ha hablado. La única lógica que se alcanza a deducir de todo el caos urbano que la voracidad de los intereses mercantiles ha propiciado, es la lógica de la incapacidad. Incapacidad para desarrollar una ciudad, para ordenar el espacio, para proteger lo que resulta digno de serlo, para definir la infraestructura de la ciudad, para resolver los problemas de una ciudad de cerca de 5 millones de habitantes. Y para coronar el éxito urbano y planificador, el peatón, el ciudadano común, el ser humano, que se vaya directito a la mierda: no existe simplemente.

Es muy sencillo demostrar lo anteror: el "viaducto" de López Mateos.

Este invento de la locura administrativa, este producto de la nada, se presenta como una solución a los problemas viales provocados por la incapacidad, administrativa también, de limitar el crecimiento urbano al sur de la ciudad: Tlajomulco y Zapopan se dedicaron por años a desarrollar fraccionamientos inhumanos (inhumanos porque no es posible pensar que no haya reglas del juego en la construcción de vivienda, sin regulación, sin límites a la voracidad y la especulación), sin que nada detuviera ese proceso; lo peor es que se hizo dando a los políticos mucho dinero mal habido por la corrupción evidente que todo ello lleva consigo: permisos de urbanización municipales sin cumplir con los requerimientos mínimos de decencia; sin solicitar infraestructura, sin vialidades, sin calidad de la vivienda, sin respeto por el medio ambiente, por la naturaleza. El origen de los capitales personales de los políticos está ahí, no hay otra explicación para tanta inequidad, para tanta desigualdad. Y ahora, una vez consumado el delito, lo que se hace para "resolver" el conflicto que esa corrupción ha creado, se intenta tapar el pozo con el famoso viaducto, que en realidad es un eructo.
La parte más absurda es que se paraliza la ciudad por las mañanas: el espanto que causaba el DeeFe a los tapatíos ya está aquí, pero en versión cuartomundista, retrógada, tipo Calcuta.
Hay un creciente espanto por el futuro que se advierte en esta ciudad con estas calamidades: ¿para los Panamericanos estará resuelto el caos vial? ¿Lograrán resolver alguna vez el tema de los peatones en Guadalajara? ¿Habrá quien pueda ser peatón durante esos juegos o ya de plano a esos personajes pedestres se les declarará muertos? Es muy claro: la incapacidad de los gobernantes es cada día más grande, monumental.

Algunas esperanzas asoman. La organización Ciudad para Todos parece serlo ante la incapacidad de las autoridades para trabajar, para actuar, para responder ante la ciudadanía a la que se deben y de la que obtienen los sueldos tan elevados que gozan. Desgraciadamente, como opinan algunos, el éxito contra la absurda pretensión de impedir que los peatones puedan ser, como debieran, los reyes de la ciudad, es poco alagüeño. No será posible enfrentarlo de la misma manera que el placazo porque no golpea directamente a los bolsillos de los tapatíos. Es verdad: ¿a quién le importan los peatones, a quién los derechos, a quien el respeto a las leyes? ¿A la suprema corte de justicia de la nación, (con deliberadas minúsculas)? ¿A los presidentes municipales?, ¿a los secretarios de gobierno?, ¿a quién?
De nuevo esta columna en medio del ciberespacio le apuesta a seguir arando en el desierto, pero sin duda, algo debe ocurrir pronto para detener esta vorágine de impunidad en todos los niveles.
¿Será posible ese sueño?





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