La justicia del edén


No hay palabras para describir cómo la Suprema Corte de Justicia ha actuado ante el caso de Lydia Cacho. Nos faltan palabras porque las que se nos ocurren para calificar esa actuación no pueden contener todos los significados que en realidad acompañan a esa forma de cerrar los ojos y de encontrar refugio para criminales y gobernantes, ante el reclamo de la sociedad. Y si eso ocurre con una periodista que es reconocida por todo el país, si eso pasa con quien es una figura pública y ha tenido apoyos de todo tipo, ¿qué podemos esperar quienes somos ciudadanos comunes y corrientes?, ¿qué posibilidad de que se haga justicia ya no en asuntos tan graves como el de la periodista, sino en casos en los que se pide simplemente la aplicación de las leyes o reglamentos en vigor?
Creo que resulta casi imposible encontrar respuestas a los reclamos de un país como el nuestro en los tiempos que corren. Ello no deja de ser motivo de preocupación porque el camino de la injusticia lo recorremos todos los ciudadanos en forma cotidiana y eso crea no sólo preocupación sino además rabia; nos deja con la sensación de que nada nos protege de lo que cualquiera pueda intentar en nuestra contra, sea quien sea: desde un empleador abusivo, un gobernante irresponsable, un acto ilegal de cualquier tipo; nos sentimos desamparados. ¿No es eso un elemento que debiera preocupar a jueces y gobernantes?
Compartimos con Lydia Cacho la sensación de desamparo. No es ella sola, somos todos y cada uno de los ciudadanos que quiesiéramos un país ya no el más justo, sino simplemente, un país, un estado, una nación, no una selva. El Edén lo han confiscado los jueces para ellos solos: no viven aquí en el mundo terrenal, en la selva que nos han recetado.

Foto de Lydia Cacho tomada de la página web de la Revista Zócalo



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