El equilibrio natural, una esperanza

El Colectivo Ecologista de Jalisco ha iniciado una campaña contra los comercios que derriban árboles en la ciudad para permitir que sus clientes se estacionen cómodamente en las aceras que eran de los peatones. La noticia de sus acciones apareció el viernes en La Jornada Jalisco y es para mí una noticia que merece seguirse y no sólo eso: ¡también actuar consecuentemente!
No son pocos los negocios que derriban árboles, como tampoco son pocos los que destruyen las banquetas para permitir se estacionen autos en ellas en detrimento de los peatones; o los negocios que destruyen edificios dignos o patrimoniales para cumplir con sus "ideas", infundadas, de que mientras más vista tienen más venden. Los comerciantes son necesarios, mueven la economía, sí; pero sin duda deben controlarse porque tienen ideas muy poco afortunadas (y lo han demostrado), de lo que es una ciudad: la alteran, la deforman, la empobrecen con demasiada frecuencia y con numerosos ejemplos de afeamiento, de empobrecimiento de su ambiente urbano otrora mejor. Los ejemplos son tantos y tan variados, que es casi inútil referirlos... sería una lista enorme. Para muestra lo que sucede en Avenida Vallarta y las acciones del Colectivo Ecologista: clausurar simbólicamente los negocios que dañan árboles.

Un salto inesperado
Pero no todo en el tema de la ecología es malo, por fortuna. Ayer fuimos de paseo a una zona del
bosque de La Primavera que imaginaba yermo en materia de vida silvestre. Lo imaginaba así por los avances agresivos de los urbanizadores voraces que reducen la naturaleza a grandes pasos, sobre todo en las inmediaciones de Bugambilias. En el trayecto, que ni siquiera es muy lejano de la zona urbanizada, buscábamos hongos que en esta temporada salen con abundancia: una variedad de sepe de Bordeaux y otras especies cuyo nombre local ignoro, pero que son deliciosos. Buscando lugares propicios por su frescura, una ladera frente a una pequeña cañada me llamó la atención por su frescura y fui hacia ella. Al acercarme, mis pisadas producían ruido al pisar entre las hojas y de pronto, a unos veinte metros de mí, de la cañadita, saltó a toda velocidad un venado joven en rápida huida de mi presenicia. Un venado café claro con manchas amarillentas en la espalda, un ágil y joven venado que escapaba a toda velocidad y que me produjo un sobresalto y una gran alegría. Un signo de esperanza en la conservación de la fauna local. ¡Por fin algo!

 El paraje es cercano al de la foto de la derecha, en donde incluso hay caminos que los pocos paseantes hacen en el lugar, sin embargo un lugar poco transitado y no muy alejado de la urbanización perturbadora que la zona ha venido sufriendo en los últimos años. Ojalá que no sea una situación pasajera.

¡Cómo nos hace falta la naturaleza hoy en día! 

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