A punto de acabar

Hay muchas cosas en el tintero que no han podido subir a este blog, de manera que vamos a intentar ir subiendo algunos temas que han quedado resagados no por falta de ganas sino de tiempo: estos tiempos de fines de año en donde todo sucede y todo se junta, entre amigos y entre copas y comidas sorpresivas e incluso sorprendentes.

Desde las desgracias que ocurren en la franja de Gaza hasta el derribo irresponsable del atrio de Jesús María, el templo del siglo XVIII que pertenecía a monjas que llegaron de Puebla a fundarlo, el mundo y lo local, lo estrictamente aldeano, se ha visto sacudido y nos sacude a todos. La furia implacable de un conflicto oriental que parece no tener solución posible, hasta el otro, local, que tampoco la tiene: que el transporte público y el manejo del tránsito por el centro histórico de Guadalajara sea civilizado, ordenado, decente al menos. Eso parece que es demasiado pedir para todo ciudadano de a pie. Y ya ni me meto con el tema de la economía, la política y otras yerbas, para no agriar más el agrio panorama que circula en los tiempos actuales en casi todos nosotros. 

A todo eso se junta la flagrante torpeza con la que se manejan los "profesionales" que trabajan en la limpieza y arreglos del Teatro Degollado por estos días, y el descrédito que deberían tener a los ojos del mundo por la ausencia de atención a cosas ya no de tipo de obras de restauración o de la especialidad, sino de simple sentido de la realidad y de saber cómo hacer las cosas más elementales de colocar andamios. Esperemos que algo se pueda hacer en breve, de otro modo, la misma actitud provinciana de petatiux seguirá campeando en Jalisco. 
Pino Cacucci no supo cómo resolver el tema de Nahui Ollin. Su trabajo así simplemente llamado, Nahui (Planeta, 2008) no me convenció. Este escritor al que por primera vez me acerco, quien ha sido bautizado como el italiano más chilango, no tiene realmente garra en lo que se refiere a novelar la historia o a historiar la novela de la vida de la Mondragón más excelsa que haya habido. Lo hecho por Adriana Malvido tiene, sin pretensiones narrativas, mucho mayor alcance y, sin duda, falta aún escribir la Obra sobre esa sensual y bellísima artista y mujer paradigmática del siglo XX. 
De Pino tal vez me impide opinar el hecho de que estoy metido en la lectura, siempre iluminante, del trabajo de Umberto Eco, Decir casi lo mismo (Lumen, 2008) justo regalo navideño de la Mariquita, que aborda el tema de la traducción de lengua a lengua, de idioma a idioma... y como da solito, muchas cosas más de la(s) cultura(s).  Tal vez el traductor Serrano no pudo con el tema y, además, me perdí la original en italiano que estuvo de venta en la FIL. O tal vez sea que en materia de lenguajes y de interpretaciones me he llenado de prejuicios de lenguaje irredentos que impiden que entienda el mundo que me rodea.
Eco aborda el siempre inalcanzable tema de Finnegans Wake de James Joyce en uno de sus capítulos. Plantea la dificultad de traducir lo casi intraducible del lenguaje joyceano y permite comprender claves que son también válidas para poder abordar los significados de otros lenguajes como el del arte y, por supuesto, de la arquitectura. Descifrar y traducir los lenguajes arquitectónicos es tarea abordada antes por Eco muchas décadas atrás, pero aún falta mucho por desarrollar la tan compleja tarea de la interpretación y el conocimiento de la arquitectura como símbolo. La conjetura en esa materia es muy interesante y asocio a ella el trabajo de la arqueología como ciencia que se ocupa de interpretar los restos materiales del pasado; sus principios son de enorme ayuda en el trabajo de intrepertar el pasado y sus monumentos.

La Fuente sigue tan campante. Sigue siendo el lugar en donde uno encuentra a la gente conocida todo el tiempo y siempre he pensado que sin ese ingrediente no sería la misma. La visitamos la Mariquita y yo ayer. Algo insólito porque nuestro hijo decidió quedarse a dormir en casa de su hermano y sobrina, y la libertad de horarios y sitios prohibidos para los menores no siempre es fácil para todos. No es que en mi caso haya pasado mucho tiempo sin ir, pero el hacerlo con ella puso las cosas de otra manera. La cantina siempre está igual, a pesar del tiempo y sobre todo lo que pesa la amenaza de erradicar el humo en todo el mundo, incluidos los santuarios sin los que no es posible vivir sin humo.

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