Fotos debidas

Los encuentros, y sobre todo los reencuentros, son los episodios más maravillosos de la vida. Algunas veces creemos que ver a unos amigos luego de un tiempo es algo natural, pero no es así siempre; no puede ser natural cuando se da uno cuenta que no es fortuito que las personas a las que conservamos como amigos (aunque sólo los conservemos en el corazón, o más bien en la mente, porque ése músculo cardiaco no piensa y escasamente puede tener sentimientos tan profundos) y que tomamos como tales, son queridos amigos porque se chingaron: los escogimos y no tienen para dónde hacerse. De manera que cuando me tocó hacerme amigo de Fernando García Brizuela en la Prepa por los inicios de los años 70, queriendo o no, bromeando o no, a partir de entonces empezó a ser parte de mi historia y... yo de la suya. Y cuando en 1972 conocí a Maru Orendáin, aquella flaquita soñada se convertiría, quiéralo o no quien sea, en mi amiga y en mi todo lo que las amistades y cariños pueden definir como parte de la vida de las personas, tanto uno como otro se metieron en mi como no queriendo y aunque la frecuencia es escasa, cuando nos encontramos reconocemos todo lo que significamos entre nosotros mismos. Ella se amoló porque ella (aunque lo quisiera) no podría dejar de ser mi amiga amada y ya tenemos el cuadro: es parte de mi vida y yo de ella y ni modo. Así que ninguno de nosotros puede hacerse güey y hacer de lado la amistad. Eso no puede ocurrir, aunque tal vez si yo fuera un mamón consagrado, un sofistique petit minie (someone say it not long ago), o alguno de los referidos se haya convertido en otra persona, en otro ser de esos que dan mucha güeva, tal vez nos hubiéramos perdido de muchas cosas muy fregonas, de cosas maravillosas. Y claro, yo me hubiera perdido mucho de ellos.
De modo que una vez reunidos, pasamos un inicio de año de película (que les debo porque no la he podido subir), reencontrándonos como si no hubiera pasado ni un mes de la última vez que nos vimos en alguna fiesta o reunión en casa de alguno, en algún lugar de Caracas imposible como Tarzilandia o como un depa con música y gratas bebidas y compañías... no nos hemos perdido de nada, ni la música ni las aficiones ni las formas de vernos; estamos salvados: somos amigos y ustedes perdonen la
 cursilería.
En todo caso se trata de un homenaje a la amistad irrenunciable y a la fidelidad a los amigos que no tiene ninguna tacha y eso se enaltece más cuando uno de los susodichos tiene memoria de elefante como Fernando porque recuerda cosas que es imposible no recordar cuando él las cuenta. Lo de menos es que cuando se charla pueda uno salir con más copas de las debidas, pero Eric Burdon, Aretha Franklin, Simon & Garfunkel, Lettermen y hasta los Piccolinos, Roberto Jordán y Marilee Rush pueden hacer una notable disitinción en materia ambiental. 
Saludo a los amigos ghilardianos, a los tijuanos ausentes y a todos los que no son, pero están en el mismo círculo de nuestras preferencias. ¡Salud y felíces años nuevos!




Comentarios

ELPPGG ha dicho que…
WOW y doble WOW
Verdaderamente me da un enorme gusto ver tus daguerrotipos donde se asoma -la felicidad? en el rostro de mi amigo el Conde, igual gusto me da ver a Maru uf! cuantos años!!!! sin verte preciosa!!!
Salenas, salenas!
Catala y zandunga!
Abrazos mil..........gegerontologo!!!
Cuauhtémoc de Regil ha dicho que…
Gegerontólogo! JAJA! Vamos a instalar en casa una clínica geriátrica muy pronto, ¿te anotas?
Un abrazazazazo! Lo mejor para tí en el 2009!

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