Venezuela, tan femenina

Venezuela, tan femenina, tan húmeda.
Como Cuba, que es mi segunda patria, Venezuela tiene algo especial a lo que no puede uno sustraerse por su encanto: su paisaje geográfico es tan variado como sus mujeres. Mujeres hermosas, sí, pero también sensibles y cálidas en el sentido más amplio del término; no suelen ser dobles y, por añadidura, tienen ese acento del idioma (un caribeño de altura) que embruja, lo mete a uno en un jaleo y por fin no queda más remedio que sucumbir ante su pronunciación de frases finales como "¡pana, qué chévere!"
No se puede saber nunca lo que nos espera en cada rincón venezolano, sobre todo porque nada está preparado en el sentido de lo artificial. Ahí las cosas fluyen... sólo eso, fluyen. Y si fluir tiene algo de líquido, mejor estar siempre atentos. El calor no es sólo climático por su ecuatorial cercanía, sino que además posee un ritmo entre calipso y merengue, entre salsa y danzón. Así que como resulta complejo describir una tierra tan meridional y paradisiaca, no hay como acudir a las imágenes cómplices.
El recuerdo de una amiga por correspondencia en la adolescencia, no deja de hacerme recordar lo exótico que ese país me resultaba. Ella seguro está casada, con hijos, con marido, con otra imagen de ella misma, pero siempre es el inicio de una imagen de algo que resulta tan lejano... Es la forma de lo sensible, de lo recurrente entre los arquetipos que se fabrican en la mente, hasta que tiene uno la suerte de estar ahí, en vivo y a todo color. 
Desde Caracas a Ciudad Bolívar, no hay referencia alguna a la tristeza. Nada la evoca ni convoca. ¿Qué es eso que no deja paso al sentimiento tan extraño que provoca una tarde con paisaje molesto, con ruidos sordos de no ser ni estar en niguna parte? Ni siquiera en el cementerio de Ciudad Bolívar se da un ápice para la melancolía sin salida. El sabor del lugar es como un respiro ante lo ineludible. Y entonces hay una sensación de estar en un sitio del que no se quisiera salir... porque hay algunos que aunque lo deseen, no pueden lograr escapar de ahí; es entonces cuando se entiende que Venezuela no puede estar sino ahí, nunca inexistente, jamás tan infinita y sempiterna.



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