Levedad

Si de trabajos literarios se trata, la literatura light es realmente un entretenimiento que gratifica. Es por eso que de vez en cuando echarse un clavado en páginas sencillas ayuda a conocer más otras formas de ver el mundo, si bien esas miradas no dejan de ser superficiales y muchas veces y quizás por ello, muy agradables.
Es el caso de El maestro de esgrima de Pérez Reverte. No tanto la situación histórica propiamente dicha, sino sobre todo lo interesante es el manejo de las situaciones y un aspecto que siempre me ha fascinado: las escenas nocturnas, las imágenes que evocan las noches, la soledad, las tormentas y las lluvias que obligan a guarecerse en un rincón cualquiera convertido en abrigo. No deja de ser interesante el hecho histórico implicado, así que si se suma al manejo de Pérez Reverte en requiebros en los díalogos, la lectura, amigos, es recomendable.

Memoria urbana
Hay en las ciudades espacios ocultos que carecerían de interés si no fuera por su referencia histórica, por lo general desconocida. Recordaba, por la novelita de Pérez Reverte el café El Progreso. Sin duda, si existió, el sitio debió ser interesante porque fue un punto de encuentro de la época que trata la novela; hay sitios que tuvieron y tienen ese sabor de noble aún en algunas 
ciudades. Unos verdaderos, otros creados por la literatura o la leyenda, otros hechos o fabricados a partir de su salto a la fama, como por ejemplo la casa de 221b de Baker Street de Sherlock Holmes, la obra más conocida de Connan Doyle. Vienen a mi memoria algunos sitios que serán (si perduran) referencias obligadas a ciertas épocas recientes y aún muy antiguas. Entre esos sitios, o mejor, entre los establecimientos comerciales puedo mencionar (de nuevo, pero insisto y reitero) el famoso bar La Ópera en México; el café Madoka (whatever it means para GDL); el Cardenal en la calle de Palma, de nuevo en México; el café Madrid, en GDL. En cuanto a sitios, seguro hay muchos más que los establecimientos, pero son sin duda espacios llenos de
evocaciones no sólo personales, sino culturales por haber sido escenarios de situaciones especiales, como por poner un ejemplo, el recorrido de la calle Orizaba de norte a sur, recreando los recorridos de Jack Kerouak en México. O el paisaje de Coyoacán en sus calles, como la calle Allende, donde vivía Frida Kahlo y Diego Rivera: el paisaje urbano como tal, a pesar de sus cambios, tiene ese poder de evocar y sobre todo hacernos imaginar los pasos de esos y otros personajes que rodearon la vida de esa pareja. Hay muchos qu podría citar, pero me parece que como escenario, el del Castillo de Chapultepec es sin duda uno de los que mayor fuerza encierra. Ya saben, desde tiempos prehispánicos con Moctezuma, luego en la Colonia y la creación del Castillo en el siglo XIX, Maximiliano, Porfirio Díaz... La referencia es multilineal, multiplicada en muchos sentidos e intereses que ahora intento resaltar aquí. ¿Qué misterios encierra esa categoría de los recuerdos físicos en la vida de alguien?

¿Ya mero?
Por las calles y por los salones circula la noticia del Amero, una burda noción de lo que sería el Euro, o sea, la fácil referencia a la moneda que, dicen, están tramando nuestros vecinos ricos del norte; lo de ricos es un decir, claro. ¿Es verdad tal leyenda urbana como la califica Enrique Galván Ochoa? Algunos dicen que es posible y ya circulan hasta videos en UTube, pero de cierto, no se sabe nada. A mí me parece poco imaginativo poner ese nombre de amero al euro americano, que compartiríamos los países que en disigualdad de circunstancias nos hemos unido (no sé por dónde pero dicen que sí) en América del Norte: Canadá, USA y México. México tiene casi la mitad de su territorio geográfico en Centro América, la otra en Norteamérica. El caso es que si entra esa figura monetaria, lo que está por verse, no creo que sea tan burda la imitación con el euro. En todo caso sugiero que se llame de otro modo. Ya-mero, por ejemplo.

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