Notas sobre la melancolía

Con el acceso a los blogs de algunos amigos, me di cuenta que en el caso del mío (o sea este), no dejo asomo a tanta consideración a mí mismo porque poco plasmo de esas actitudes melancólicas que todo ser con historia que se precie a sí mismo, debe tener. Me sorprende, por ejemplo, que Víctor Pacheco me pida ser testigo de hechos que ni yo mismo recuerdo, pero que él dice que sí; me pasó al ver el blog de PPGG con gran envidia y ganas de pedirle piedad por favor; o cuando me piden que hable de mis recuerdos (¡carajo, qué venerable me escucho!) de la noche del 2 de Octubre de 1968 en donde estuve como testigo de los tristes hechos que ahí ocurrieron; o que cuando veo con cierto orgullo nostálgico el video de Avándaro, Rock y Ruedas que circula en dvd, algunos me pregunten que cuándo fue y que les platique los grupos que recuerdo... en fin, hay cosas que tocan y ni modo, tocan. De algo sirve estar entrado en muchos años, ¿no?


Algunas cosas pueden relatarse sin que por ello se traicione el tema del blog, por respeto a los accidentales lectores que a veces llegan aquí, o a los que molesto enviándoles mi blog como entrega insistente. Así que para evitar palabras, pero para regocijo de muchos amigos que han colaborado enviando fotos, vamos a recorrer algunos eposidios poco conocidos de muchos y atestiguados por otros que incluso aparecen.



Para algunos de Guadalajara, el hecho de que haya asistido al festival de Avándaro, en septiembre de 1971 representaba una especie de declaración de principios personales: me gusta mezclarme con la naquiza; me valen madre los prejuicios sobre el carácter que se le dio a ese festival que no fue sino la secuela nacional hippiteca de Woodstock; me gusta el rock, incluso el producido nacionalmente; y estoy vinculado sanguínea, mental y afectivamente con el DEFE. Lo cierto es que por entonces mi vida transcurría entre dos ciudades, Guanatos y el Defe con gran naturalidad, sobre todo considerando que, otro ejemplo, en la Perla el teatro era (¿dejaría de serlo?) algo poco menos que imposible de ver porque no había nada además de las comedias chafitas familiares de fin de semana. De la música, la comida y las diversiones mejor ni hablar. Véanme en eufórico éxtasis rockero con influjos cannábicos en pleno festival en el citado documental de Avándaro.


Otros episodios por desgracia no los tengo registrados tan "documentalmente" como el anterior porque el testimonio no es mío. Pero sí existen imágenes, imágenes que son plurisemánticas, imágenes a la manera de lo que Serge Gruzinski desmenuza en La Guerra de las imágenes o en la Colonización de lo imaginario.

Poco antes habían sido los años de los existencialistas, como el establishment denominaba a todo movimiento ajeno a las buenas conciencias, los beatniks y luego los hippies. A mí como todo buen hijo de familia las cosas no se me permitían tan fácilmente pero siempre habrá cosas que se hacen a escondidas. Todo ello con buenas dósis de pachanga y arte, de lecturas y discusiones muy productivas que moldearon lo que hoy digo y hago, como bien se ve en el contenido del blog Paráfrasis. Porque entonces la música y el teatro, los conciertos y las diversiones iban del café Malinalli a las fiestas caseras con luz negra y similares pasando por la verdadera Zona Rosa, la zona del arte y del buen gusto, como decía Monsiváis. Algunos viajes imaginarios al Japón o a otras latitudes, entre ellas la añoranza por el Londres de los Beatles o de los Rolling Stones, la música de concierto y el horror por la ópera. En todos esos espacios se gestaba la inquietud por otros rumbos, por otras cosas, por el rescate nacional de arte, la visión de los vencidos (es de León Portilla), lecturas de Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabo, Jodorowsky, Cuevas y su mural efímero, el gran maestro Luis Guillermo Piazza y todo el boom de la literatura latinaomericana y el jazz, ah, el jazz, única música capaz de plasmar un orgasmo en sonido, y todo lo que le acompaña seguido por las incursiones femeninas interminables, la admiración por el eterno femenino.. Muchas cosas quedan fuera de la memoria, muchas no aparecen aquí, pero luego los amigos suelen traerlas de alguna forma: a veces pegan y otras tantas parecen ser más bien inventos de ellos. Como lo que dice Javier el Gato, recordando mi cumpleaños celebrado en el café Toulouse-Lautrec en donde tocaba la acordeonista Sara (otra Sara) y con la presencia, ésa sí no planeada, de Alejandro Jodorowsky. Lo que sí es que la psicodelia no dejaba de estar presente en cada movimiento, en cada actividad: mi recámara estaba tapizada de posters psicodélicos, colores fosforescentes, imágenes, más imágenes, muchas, de lo que en ese momento estaba en pleno apogeo, en la moda musical o en el ánimo de la admiración desatada. Estábamos en el inicio de la era espacial y no estábamos realmente concientes de lo que sobrevendría unas décadas después con la tercera revolución tecnológica, la galaxia de la información y todo esto que pone los pelos de punta... no a mí, hoy. El mundo no cambiaba, de todas maneras, como lo hace hoy. Entonces había tiempo para masticar el cambio, hoy ya ni siquiera eso se nos da.

Luego vino la Facultad de Arquitectura de la UdeG (no es la cantina la Única de Guerrero), con otros amigos y con nuevas puestas en escena culturales: la música de disco que tristemente se apoderó del ambiente con una moda de terlenkas y otras pendejadas peores en donde el movimiento ghilardiano (de ese que tiene su blog y toda la cosa) sufrió un proceso de maduración que a mí me daba la impresión de que se atendía más al concepto de Mailer de desconfiar de esa muerte llamada madurez. Pero fue genial con todo y que la zona Rosa de Guadalajara se parecía a veces a sí misma, pero no dejaba de ser la segunda, la imitación. Era La Bodega, el Barba Azul y todos esos lugares que hicieron historia ahí, pero que también estaban en el centro de la ciudad, como el Mayra o el mismísimo Madoka que se cuece aparte. O los cafés como el Bavaria y el Madrid... muchos sitios pero no todo se ha conservado como los recuerdos mismos. O sea, puros pinches recuerdos del pasado. Ahora me parece que sólo son parte de una historia que se mantiene en las mentes de quienes vivimos eso y que ya nadie recuerda, sólo los amigos que aún merodean por aquí.
Así que atendiendo a esa envidia que me da el blog de PPGG, hago repaso de estas imágenes, algunas que están de más o de menos, pero que forman parte de la memoria de esas décadas del siglo pasado que vivimos tan a toda velocidad y tan a toda madre. Sólo me queda pasar un poco estas imágenes para compartirlas y no quedarme con ellas egoistamente. A veces hay que darse ciertas licencias en materia de blogs. Por lo regular para eso son tan democráticos, por eso son tan de todos.
















Comentarios

ELPPGG ha dicho que…
Uffff! Hermano, cuantos recuerdos no compartidos, pero simultaneos en el tiempo, que manera de entreverarse las historias........siempre he pensado que mi mayor riqueza son y han sido los amigos.
Cuauhtémoc de Regil ha dicho que…
Pues me complace muchísimo, amigo. Sobre todo por los puntos exactos de referencia del parque y bueno, por todo lo demás... Parece que no viste el otro tema que te toca bien de cerquita, un poco más abajo y es sobre las plumas... Jeje!
Los amigos, son los amigos, son la riqueza de la vida, no wonder!

Entradas populares de este blog

Retrato de Finnegan

30 años de la Plaza tapatía

¿Virote o birote?