Pequeña reflexión

Sobre la U de G (Universidad de Guadalajara), no puede uno guardar silencio. Al menos eso me parece en tanto que la casa de estudios atraviesa por un momento particularmente delicado.
Sin lugar a dudas, la primera reflexión es en torno a ¿por qué este conflicto ahora que la educación pública está tan diezmada? Uno se pregunta las razones por las que lo que está en juego es un asunto de poder y no, precisamente, un asunto de mejoramiento académico y de elevar las plazas para los estudiantes. ¿Por qué no es de otra índole el conflicto, sino sólo en torno al poder unipersonal? O en torno al poder disputado por nuevos agentes que ven en la Universidad una fuente de riqueza y poder personal y no otra cosa.
Parece que no existe ninguna razón clara en el fondo de todo esto. No es clara, pero algunos alegarán que el tema es delicado debido a las formas no atendidas por el rector destituido. Otros tal vez dirán que el grupo tras el poder se sintió afectado en sus intereses y que no se vale que se quiera instituir otro grupo diferente en el poder de la universidad. ¿Qué tipo de poder? El poder económico, no el poder de la razón o el de mejorar gran cosa la academia, la infraestructura, el prestigio universitario. Es ridículo que nos tengamos que preguntar todo eso cuando se supone que el asunto de dinero no debería ser el tema central; sin embargo es justo ése en el que muchos funcionarios de alto nivel gozan de privilegios que no merecen o que por lo menos no deberían tener. Pero como somos africanos (y pido perdón a los africanos, sólo es referencia a una situación demasiado salvaje y ellos son bucólicos, realmente), nos empeñamos en irnos por simpatías y antipatías y eso, la verdad, no se puede pensar dentro de una universidad.

Y entre simpatías y antipatías creadas a pulso, a fuerza de práctica y mensajes en ese sentido, me acuerdo no sin amargura de mi experiencia ahí. Algunas veces lo he dicho: en ese tema, tengo derecho de ocico. Y mi derecho de ocico me lo da el hecho de que me robaron un año de sueldo como profesor de arquitectura, el entonces rector un tal Sergio Zepeda acompañado de otros corruptos como J. Hernández Padilla y un tal José Flores C., es decir, los que entonces se adueñaban del recinto universitario del CUAAD, hoy en otras manos, pero que entonces formaba parte del así llamado proceso de "reforma universitaria". Ese pequeño detalle, del cual tengo pruebas (pregúntenme), es parte de una cadena de pillaje que no era nuevo; por años se hizo eso con muchos profesores, con personal no docente, con estudiantes. Práctica abolida, tal vez, pero que era (¿seguirá siendo?) algo visto como "normal". Normal como hacer ronchita con cuotas de profesores para invertir en terrenos o en instalaciones anexas que desaparecieron: ¿dónde quedó la Casa Club del Colegio de Arquitectos comandado entonces por Zambrano Villa? Nos obligaron a firmar letras para pagar las cuotas de algo que jamás tuvimos y que luego se vendió sin ninguna explicación.
Pero yo hablo del pasado. (Y un poco por la herida, dirán.) Aquel pasado en otra sociedad (tapatía) aún más dominada, controlada, aturdida; eran tiempos de la fé en la FEG. Esa FEG de Padilla y compañía, de muchos que lograron medrar con el poder para sus personales intereses, no para beneficio de la academia, de la enseñanza, de mejorar realmente, a una institución tan noble como esa. La universidad de la FEG, la ausencia de democracia y, por supuesto de la época del PRI. Corren otros tiempos ya. ¿De verdad son otros o son los mismos revisitados?
Dejando de lado el conflicto, no veo en él otra cosa que disputa por el poder de uno u otro bando. La Universidad es un espacio noble, pero quienes dominan en él no tienen la humildad, la ética y la fuerza verdadera para rehacer la Universidad como debería de serlo en momentos en que las amenazas de la derecha (aquella misma que obligó a una nueva organización en los años 30 del siglo pasado) son muy claras: acabar con las universidades públicas y derivar la educación de calidad a los particulares que, nuevamente (señores, estamos en México...), harán de la educación superior un negocio rentable, no una misión social relevante y delicada para beneficio de un país. De nuevo las simulaciones, de nuevo el engaño (cobran tanto como una universidad inglesa, Oxford, por ejemplo, pero están años luz atrás de la calidad que ofrece) de las universidades particulares que sin cuestionar que sean negocio (diría AdOc, nadie es hermana de la caridad), por lo menos deberían ofrecer el equivalente al dinero mensual que cobran.
Como se ve, los signos ominosos del presente no ofrecen esperanzas. Alguna tenemos como para poder seguir leyendo poesía, admirar el arte, sorprendernos aún con los aviones o el paso de la Estación Espacial, las caderas y los vientres que se ven en estos días y, por supuesto, con las modalidades de aprender de mi hijo Santiago.

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